Estamos ante otra derrota de Putin y sus objetivos políticos, y otro golpe a la moral rusa
NotMid 20/10/2022
EDITORIAL
La evacuación civil de la ciudad de Jersón y la ley marcial decretada en las cuatro regiones ocupadas por Rusia son dos movimientos defensivos del Kremlin que muestran cómo Vladimir Putin está perdiendo terreno bélico, político y social.
Jersón es la última capital del Sur de Ucrania que está en manos de Moscú. Ocho meses después de que las fuerzas armadas rusas la conquistaran en abril -aquella batalla supuso uno de los avances más importantes de la guerra para Putin-, Kiev podría recuperarla. El impacto es enorme. Desde agosto, el ejército ucraniano avanza por el territorio y hoy está a kilómetros de la ciudad. Por eso Putin ha tomado la única decisión cabal en esta guerra: replegar a la población. La duda está ahora en si las calles de Jersón serán escenario de otra contienda campal o si la decisión de evacuar a los civiles es la antesala de una retirada militar. Ahí se encuentran algunas de las mejores tropas rusas pero están parcialmente aisladas y sufren una reducción de abastecimiento a consecuencia del sabotaje al Puente de Crimea. Si la evacuación fuese completa, estaríamos ante otra derrota de Putin y sus objetivos políticos, y otro golpe a la moral rusa. La expulsión del ejército permitiría a las fuerzas defensoras aislar Crimea y abrir un nuevo frente por el sur sobre Zaporiyia y el mar de Azov.
La ley marcial decretada en la propia región de Jersón, en Donetsk, Lugansk y Zaporiyia debe entenderse desde esta posición de debilidad del presidente. Su aplicación no será aceptada sin malestar entre la sociedad rusa y prorrusa. Es una muestra de que Putin necesita todavía más poderes extraordinarios para controlar el relato. Cercenará más derechos, intensificará la represión contra el disidente, tendrá capacidad para cerrar fronteras, controlar el suministro de alimentos y recrudecer la censura de los medios: los militares se harán con el control de lo que se transmite, hasta el punto de que podrían cerrar internet.
El nuevo comandante de las fuerzas de Moscú en Ucrania, el apodado Carnicero de Alepo, Sergei Surovikin, ya ha asumido que la situación es «difícil». Y ha añadido que «el enemigo está decidido a bombardear las infraestructuras y los edificios residenciales de Jersón». Mientras Rusia se presenta como víctima, en Kiev suenan las alarmas que advierten de los bombardeos, se siguen descubriendo cámaras de tortura usadas por el ejército ruso y Putin ha destruido el 30% de las centrales eléctricas de Ucrania, cuyo PIB está previsto que se desplome este año un 33%. En cambio, la economía rusa se resentirá un 4%.
Ello no significa que las sanciones que impone Europa no funcionen. Al revés: deben potenciarse. Tendrán efectos a largo plazo y son una muestra más de la unidad de los Veintisiete, de su fortaleza. Hay que seguir cooperando con Ucrania con armamento y gestos que envíen un mensaje al mundo como el del Parlamento Europeo que concedió el Premio Sajarov, el máximo galardón en el ámbito de los derechos humanos, al «valiente» pueblo ucraniano.