El canciller, a diferencia de Merkel, ha puesto por delante el interés particular sobre el general
NotMid 13/12/2022
OPINIÓN
Hace un año, cuando Angela Merkel abandonó la Cancillería y Olaf Scholz presentó su Gobierno de coalición entre socialdemócratas, verdes y liberales, nadie esperaba que el nuevo presidente alemán heredara de su predecesora el liderazgo europeo y la autoridad moral que Merkel construyó durante 16 años. Nadie esperaba tampoco que la invasión de Ucrania y la crisis energética condicionaran su política como lo han hecho. Pero esos atenuantes no son suficientes para hacer un juicio positivo del trabajo de Scholz, sobre todo, en su dimensión europea.
Durante los últimos 12 meses, Scholz ha pedido a sus socios comunitarios solidaridad, una política de austeridad energética que favorece a su país, el más expuesto al bloqueo del gas ruso. Sin embargo, después ha saboteado la doctrina antiinflacionista común de la UE por el método de inyectar ayudas públicas masivas en las empresas alemanas. Su criticada e improductiva visita al presidente chino, Xi Jinping, cuando Europa calificó a China de «rival sistémico» es la expresión del tipo de liderazgo de Scholz, que, a diferencia de Merkel, pone por delante el interés particular sobre el general. La paradoja es que su política tampoco funciona en clave interna: encabeza un Gobierno impopular que ha cedido la iniciativa a la oposición.