“Sánchez no solo no respeta la ley democrática, sino que tampoco respeta las reglas del hampa. Y así es muy difícil hacer negocios”
NotMid 11/01/2024
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
Cada tanto se viraliza de nuevo la famosa intervención parlamentaria de Albert Rivera sobre la banda de Sánchez. Los nostálgicos le añaden un sentido epitafio: “Cuánta razón tenía”. Rivera fue la primera víctima de su profecía, porque todos los profetas genuinos son tomados por locos hasta que el paso del tiempo los asciende a notarios anticipados de la realidad. Pero ha sido el pacto con el prófugo más famoso de la historia de España desde Luis Roldán lo que ha terminado de restituir toda su exactitud léxica y moral a la tipificación del sanchismo que formuló Albert Rivera. No es un Gobierno: es una banda. Un puñado heterogéneo de siglas con programas inconciliables que se juntan para desafiar a los jueces, saquear el presupuesto, asaltar instituciones y cancelar desde ellas sus cuentas pendientes con la ley. El nombre en clave de la operación fue “Investidura”, la lideró El Guapo y la pagamos todos.
Pero como escribió una vez Casimiro García-Abadillo y nos enseña Tarantino en Reservoir Dogs, la cohesión de las bandas no peligra durante el reclutamiento ni cuando diseñan el plan ni en el momento en que se reparten los papeles para consumar el palo. Se pone a examen en la fase final: cuando toca repartir el botín. Ahí es cuando cada cual manifiesta su condición, y la banda de Sánchez está formada por fanáticos del interés propio y cínicos del interés general.
Los reservoir dogs de Dog Sánchez han empezado a morderse entre ellos. Podemos tumba el decreto de Yolanda porque codiciaba los ministerios que ella les negó. Sumar sube el salario mínimo porque lo pagan los empresarios después de ignorarlos. El PNV negocia cláusulas forales para blindar el privilegio fiscal de la industria vasca. Bildu obtiene el ayuntamiento de Pamplona a cambio de renunciar a la memoria, la dignidad y la justicia de las víctimas de ETA. ERC extrae de los contribuyentes españoles una quita de 15.000 millones para enjugar la deuda creada por una casta manirrota que no se siente española salvo para cobrar. Y Puigdemont compra su impunidad en un rastro autocrático que antaño fue Estado de derecho, y aún se permite rechazar a la madre en oferta del vendedor, que resulta ser el presidente de la (por el momento) cuarta economía del euro.
Al español honrado esta soez rapiña -que los periodistas en nómina metálica o ideológica de la banda han rebautizado como “Gobierno progresista”- le repugna, pero desde el punto de vista del delincuente debería funcionar. Tiene su lógica: una lógica extractiva. Cada cual cobra su parte y aún quedan cuatro años para repartir nóminas públicas y fondos europeos. Ahora bien, incluso en el crimen organizado existen códigos (por eso lo llaman organizado). Y en la banda de El Guapo no rige ninguno, porque sus cómplices conocen demasiado la catadura del cabecilla. Ya saben todos que no solo no respeta la ley democrática, sino que tampoco respeta las reglas del hampa. Y así es muy difícil hacer negocios.
El Guapo pensaba que Puigdemont era un rufián cualquiera. Alguien que saca la mariposa y ejecuta sus vistosos molinetes de matón de tupé antes de avenirse a comer de la mano de su amo. Pero resulta que la vía de Carles, la Carlito’s way por decirlo con Brian de Palma, no se agota en el amago. El tahúr de Waterloo no juega de farol: cumple sus amenazas. Los honorarios que él exigía para formar parte del gang eran conocidos desde antiguo: amnistía y autodeterminación. Ahora siente que le están estafando con la primera y dando largas con la segunda. Y se ha enfadado.
De modo que la famosa banda que lleva un lustro aterrorizando a contribuyentes, propietarios, constitucionalistas y madres de familia amenaza con desbandarse al poco de celebrar su gran golpe de julio. Amenaza: entiéndase bien. Desarticularla definitivamente llevará un tiempo todavía. Lo que no vamos a escatimarle al cártel de El Guapo es su futuro lugar de privilegio en las sabrosas antologías de macarras ilustres que elabora Iñaki Domínguez. Porque el sanchismo no debería contarse en las páginas de política de los diarios, sino en las de sucesos.
Menuda banda.