La visita de Sánchez a Xi se produce en medio de la escalada de China con EEUU y con la UE buscando una posición común
NotMid 12/04/2025
EDITORIAL
La imagen de Pedro Sánchez estrechando la mano de Xi Jinping en pleno repunte de las hostilidades entre China y EEUU evidenció ayer de manera simbólica el riesgo de ir por libre en medio de una guerra comercial que requiere la respuesta en bloque de la Unión Europea.
La visita del presidente al gigante asiático coincidió con un inquietante pico en la escalada arancelaria entre las dos superpotencias: Pekín respondió a las tasas del 145% impuestas por Washington subiendo las suyas del 84% al 125%. En ese contexto, la cumbre es una apuesta arriesgada, pues la imagen que se proyecta es la de España posicionándose por uno de los rivales geopolíticos de la nueva Guerra Fría, pese a que Sánchez tratase ayer de hacer equilibrios. En este momento de profunda incertidumbre, la propia UE ha optado por un compás de espera para negociar, tras la pausa de 90 días decretada por Donald Trump para frenar el hundimiento de los mercados.
El «beneplácito» de Ursula von der Leyen del que presume el presidente está lejos de brindar cobertura total a su viaje, que desde el principio ha encarado de una forma acrítica con Pekín cuyo potencial divisorio corre el riesgo de agrietar una posición común. Tampoco se pueden esconder las condiciones en que anunció el viaje: al término de un Consejo Europeo en el que quedó patente la debilidad de Sánchez para cumplir con el compromiso de aumentar el gasto militar. China le sirvió para cambiar el marco político y erigirse en avanzadilla contra el proteccionismo trumpista.
El presidente reiteró ayer que «España ve a China como un socio de la UE», un mantra que repite esquivando que la Comisión otorga importancia a la alianza económica con Pekín, pero que también constata en su Libro Blanco de Defensa que constituye una amenaza para la seguridad. Sánchez sí reservó críticas, aunque veladas, a Washington, advirtiendo de que la negociación será dura con un socio que «no ha levantado ni el 25% de los aranceles al acero y al aluminio, ni el 25% a los vehículos fabricados en Europa».
La cumbre dio a Xi la oportunidad de presentarse como supuesto guardián del multilateralismo, al señalar que «no hay vencedores en una guerra arancelaria» y que «quien va contra el mundo termina aislándose». Con la presencia de Sánchez, llamó al «boicot» conjunto de «los actos unilaterales e intimidatorios». Su reivindicación del statu quo es incompatible con su alianza con Putin, a la que ha sostenido durante la guerra en Ucrania desde una posición de falsa neutralidad que la alinea con el eje de autocracias que intentan socavar a Occidente. También está lejos de ser un socio económico fiable, como prueba la competencia desleal que inducen las subvenciones a sus productos.
Europa no puede cambiar la dependencia de EEUU por la de China. El choque entre ambas potencias las llevará a intentar dividir a los Veintisiete ofreciendo acuerdos bilaterales que debilitarían al conjunto de la UE. La única manera de resistir las turbulencias globales es una respuesta coordinada que permita avanzar en la autonomía estratégica.