La jubilación de la generación del ‘baby boom’ agrava el déficit de la Seguridad Social, un obstáculo para los jóvenes
NotMid 21/04/2025
EDITORIAL
La llegada de la conocida como generación del baby boom a la edad de jubilación agrava aún más el déficit de la Seguridad Social. A la falta de ingresos del sistema y a la irresponsable escalada de las pensiones, hay que sumar ahora que la brecha entre nuevos jubilados y fallecidos se ha disparado hasta el 35%. En 2024 se dieron de alta 368.065 jubilados, nuevo récord histórico mientras la pensión de los que se jubilan supera ya los 1.760 euros. Son niveles inéditos como consecuencia del doble impacto de la avalancha de nuevas altas de jubilación y el frenazo de las bajas por la mejora de la esperanza de vida. Y todo ello en un país que acumula dos años sumando más pensionistas que nacimientos. Ni la subida de las cotizaciones impuesta por el Gobierno ni el récord de trabajadores afiliados -cerca de 21,5 millones- compensan el agujero de la Seguridad Social.
Aunque todos los Gobiernos, de distinto signo, han cuidado a los pensionistas -un granero electoral clave, hoy son 12 millones-, ha sido el de Pedro Sánchez el que ha aplicado una revalorización de las jubilaciones, de claro tinte populista, que ahonda en la insostenibilidad del sistema público de pensiones.
El incremento del 2,8% en 2025 ha disparado la pensión máxima hasta los 3.267 euros teniendo en cuenta que a la revalorización conforme al IPC se suma por primera un aumento adicional de 0,115 puntos para acompasar la subida de las bases máximas de cotización y el cobro de lo que el Ejecutivo ha bautizado como cuota de solidaridad a los trabajadores que más ganan, lo que en teoría debería sufragar la jubilación de la generación del baby boom. A ello se añade el Mecanismo de Equidad Intergeneracional, la sobrecotización que pagan todos los sueldos desde 2023. Ninguna de estas medidas ha hecho sostenible un modelo cuyo coste para el erario -216.000 millones de euros en 2025- supone un obstáculo para los jóvenes. Aunque está amparada por la reforma que impulsó José Luis Escrivá, el alza de las pensiones agrava la desigualdad intergeneracional. En un país que lidera el paro juvenil en la UE y la OCDE, no es aceptable que el grueso de los fondos públicos se destine a las capas más envejecidas de la población mientras las clases medias trabajadoras cargan con el esfuerzo.
El sistema español de jubilaciones es un pilar básico del Estado del bienestar, pero lleva años pendiente de una reforma estructural que ningún Ejecutivo se ha atrevido a acometer. A diferencia de países de nuestro entorno -Francia sopesa imponer una mayor presión fiscal a los pensionistas en el marco de la revisión de su modelo social-, la extrema polarización desplegada por el Gobierno, unida al electoralismo de todos los partidos, impide cualquier reflexión de largo alcance sobre este grave problema. Es irresponsable incrementar el déficit de las pensiones sin garantizar nuevos ingresos, ya sea vía inmigración o creando empleo de calidad.
Los desequilibrios de la Seguridad Social solo pueden corregirse con cambios estructurales en el modelo, lo que exige anteponer el interés general a un cortoplacismo que ahonda en la insolidaridad intergeneracional.