En Portugal y en Rumanía la derecha clásica mantiene el liderazgo frente al ascenso de la derecha populista
NotMid 20/05/2025
EDITORIAL
Los resultados de las elecciones portuguesas constatan una tendencia que, más allá de las diferentes realidades políticas de ambos países, debería analizarse con detenimiento en España: mientras el centroderecha de Luís Montenegro (Alianza Democrática) ha logrado conservar la primera posición, el Partido Socialista se ha desplomado y, lejos de aplacar a la derecha radical, ha facilitado su ascenso. Alimentado por antiguos votantes de izquierdas, Chega, la formación hermanada con Vox y con Trump y abanderada del discurso antiinmigración, ha conseguido el mejor resultado de su historia, con el 22,6% de los votos y 58 diputados, los mismos que el Partido Socialista.
La crisis de los socialistas es grave. Si bien Pedro Nuno Santos facilitó la primera investidura de Montenegro, el partido se ha desdibujado en los últimos años, con un discurso centrado en las proclamas identitarias y en la oposición frontal a la antes minoritaria Chega. El resultado es el desplome del sistema bipartidista portugués y el auge de la derecha nacionalista. El dique de contención frente al impulso de André Ventura ha sido la derecha clásica de Montenegro, quien ha hecho del «no es no» a Chega uno de sus mensajes centrales. El primer ministro, que planteó las elecciones como un plebiscito sobre su honorabilidad tras conocerse que la Fiscalía investiga una empresa de su familia, sale legitimado. Ahora se enfrenta al desafío de gobernar de nuevo en minoría.
El papel clave del centroderecha liberal se vislumbró también en las elecciones que el mismo domingo se celebraron en Rumanía y Polonia. En el caso de Rumanía, la victoria del europeísta Nicusor Dan supone una magnífica noticia para la UE, pues el riesgo cierto era que George Simion repitiera la victoria que alcanzó en la primera vuelta. Gracias a una gran participación electoral, Rumanía -donde los anteriores comicios fueron anulados por el Tribunal Constitucional ante las sospechas de injerencia rusa- ha evitado in extremis el ascenso de un dirigente nacionalista y prorruso que habría desestabilizado aún más a la Unión en un momento crítico para su propia permanencia.
El escenario es más inquietante en Polonia. El triunfo del candidato liberal de Donald Tusk a presidir la república, Rafa Trzaskowski, es sin duda alentador. Sin embargo, su distancia con el extremista Karol Nawrocki es mínima, y es probable que, en la segunda vuelta, este reciba el apoyo de los otros dos candidatos derechistas que no han superado la primera. La situación del país es muy delicada, puesto que allí el jefe del Estado puede bloquear las leyes del Gobierno, y de hecho el presidente saliente, Andrzej Duda, ha venido poniendo constantes obstáculos a los esfuerzos de Tusk por revertir el retroceso iliberal heredado de los gobiernos de Ley y Justicia (PiS).
El 1 de junio se comprobará si la movilización de los electores comprometidos con los valores de la democracia liberal europea es suficiente para que Polonia -muro de contención ante Rusia- dé la espalda al divisivo repliegue soberanista y continúe por la senda del progreso.