NotMid 20/05/2025
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
Me temo que tenemos que hablar de don Santos Cerdán León, estadista español nacido en la localidad navarra de Milagro. Habiendo nacido en Milagro debía llamarse Santos, y milagroso sin duda es el cursus honorum de un hombre que solo degenerando pudo llegar de electricista a secretario de Organización del PSOE. Un inminente informe de la UCO dará minucioso detalle de las destrezas taumatúrgicas de nuestro hombre, capaz de convertir los contratos públicos en audis privados. Pero tiempo habrá para comentar su desconocida faceta de comisionista, y si no lo hacemos nosotros ya se encargará el Supremo.
Eran uno, dos y tres los famosos mosqueperrosque escoltaron al propietario de aquel célebre Peugeot populista: Ábalos, Koldo y Cerdán. Los tres se juramentaron al grito de Pedro para todos y todos para Pedro, y se echaron a la carretera a buzonear agrupaciones en fase de podemización, prometiendo cargos al militante raso y traicionando la palabra dada al Comité. Aquel Peugeot, como el vagón sellado de Lenin, habría merecido canonización en el Museo de Carruajes, más que nada por soportar a los tres pesos pesados del sanchismo: ninguno es de los que perdonan el postre. De don José Luis Ábalos, el terror de los paradores, ciclón de Teruel y tornado de Sigüenza, hemos hablado bastante; a estas alturas seguramente se esté rodando ya el musical en algún coqueto establecimiento de neón a orillas de la N-301. De Koldo nadie ha hablado mejor que el firmante del Manual de resistencia, donde el fornido aizkolari es presentado como «gigante de la militancia» y custodio de los avales del candidato. ¿Y qué mejor avalista del sanchismo incipiente que un portero de puticlub?
Pero a propósito de don Santos no ha corrido aún tinta suficiente. Vamos a recordar que fue el mentor de Koldo ante el ministro de Transportes, que experimentó un flechazo instantáneo al verlo. Pero sobre todo Cerdán fue el ideólogo del blanqueamiento de Bildu: el susurrador que terminó de barrer los frágiles escrúpulos de Pedro a la hora de gobernar Navarra con los de Otegi. Y después ya España entera. Por último, el todavía número 3 del PSOE ejerce también de viajante encargado de humillar periódicamente a la democracia española ante Puigdemont en Suiza.
-¡Estoy hasta los cojones de este puto país! -declamó en el umbral de su ático la santa de Santos mientras le sustraía el portátil a una reportera de Okdiario.
Tal dama de acrisoladas virtudes recibió el apoyo inmediato en redes de Pedro Sánchez. Que no está el horno judicial para andarse con complejos de pobre.