La corrupción económica descubierta a Santos Cerdán es solo el natural reverso de la corrupción moral que guía a Sánchez
NotMid 20/06/2025
EDITORIAL
El caso Cerdán no solo coloca en una situación insostenible al presidente del Gobierno, sino también a la presidenta de Navarra. Porque si la figura de Santos Cerdán es indivisible de la de Pedro Sánchez ya desde las primarias de 2014, su vinculación política y personal con María Chivite es más estrecha si cabe. La pretensión de ambos dirigentes de desentenderse de la corrupción sistemática que la Guardia Civil atribuye a Cerdán en los últimos diez años a través de grandes obras públicas adjudicadas por ambos gobiernos resulta inverosímil. La credibilidad de Sánchez y de Chivite es simplemente inexistente.
La Unidad Central Operativa (UCO) localizó en uno de sus registros un documento según el cual Santos Cerdán adquirió en 2016 el 45% de Servinabar, la pequeña empresa localizada en Pamplona que, en alianza con Acciona y Osés Construcción, logró un contrato de 76 millones de euros del Gobierno de Chivite para encargarse del desdoblamiento de los túneles de Belate.
La adjudicación, dependiente del consejero Óscar Chivite, tío de la presidenta, fue una auténtica anomalía, pues salió adelante pese a las graves irregularidades denunciadas por los técnicos. Los votos particulares del expediente denunciaron que carecía de toda «motivación técnica», que el procedimiento había sido «falseado» y que «las puntuaciones [a las distintas empresas concurrentes] se otorgaron contraviniendo la lógica».
María Chivite se dice traicionada, asegura que desconocía que Cerdán fuera el dueño de la empresa y utiliza como cortafuegos la dimisión de su número 2 en el PSN, Ramón Alzórriz, quien supuestamente no le contó hasta este miércoles que su pareja había trabajado para Servinabar. De nuevo, el relato es difícilmente verosímil, puesto que Chivite y Alzórriz son amigos personales. Alzórriz, además, no dejará su escaño en el Parlamento navarro, así que conservará su condición de aforado.
La presidenta insistió ayer en que no ve razones para dimitir e incluso se permitió reprender a la prensa, pero su responsabilidad política no puede ocultarse. Cerdán, que fue su secretario de Organización en el PSN y también su padrino político, utilizó presuntamente a su Gobierno para enriquecerse mediante una adjudicación escandalosa. Después, cuando Sánchez llegó a La Moncloa, la trama de Cerdán y Koldo García se extendería hasta el Ministerio de José Luis Ábalos. Con Cerdán en el eje, partido y Gobierno son indisociables.
El problema del PSOE es de fondo. Santos Cerdán fue quien en 2019 negoció personalmente con Bildu su abstención para hacer presidenta a Chivite tras las elecciones ganadas por UPN, y aquello supuso la primera piedra del blanqueamiento exprés de la izquierda abertzale sin que esta hubiera condenado el terrorismo que practicó o alentó. Más tarde, Cerdán fue el enviado del presidente a Waterloo para negociar con Carles Puigdemont tras comprarle los votos para su investidura a cambio de la amnistía.
La corrupción económica descubierta ahora en una de las figuras protagónicas del PSOE de Pedro Sánchez no es más que el natural reverso de la corrupción moral que sirve de guía al presidente más frentista de nuestra democracia.