Tras el duro golpe que supuso el ataque de Hamas, el ejército israelí ha reconstruido en 20 meses su capacidad de disuasión y, con apoyo de Washington, ha debilitado el plan nuclear iraní
NotMid 28/06/2025
OPINIÓN
Sal Emergui
Los israelíes resumen con satisfacción -y euforia entre sus líderes- los 12 días de guerra con Irán, pero no olvidan las 12 primeras horas del 7 de octubre de 2023.
Si el ataque de Hamas supuso el momento más doloroso en la historia de Israel, la ofensiva en Irán culmina 20 meses de letales golpes del ejército y el Mosad contra el eje liderado por su enemigo. El vuelco de su situación geoestratégica podría reforzarse en las próximas semanas si, como desea la Administración Trump y previo alto el fuego en la Franja de Gaza, varios países árabes se suman a los Acuerdos de Abraham. “Esta victoria abre la oportunidad de ampliar los acuerdos de paz. Trabajamos arduamente en ello”, afirmó este jueves el primer ministro, Benjamin Netanyahu.
Tan cierto es decir que la imagen y la posición internacional de Israel han quedado muy dañadas debido a la devastación en el enclave palestino tras la masiva ofensiva de respuesta, como señalar que ha afianzado su hegemonía militar en Oriente Próximo.

“Tras el 7-O, una de las conclusiones en Israel es que no podemos vivir con grupos terroristas como Hamas y Hizbulá al otro lado de nuestras fronteras, y menos aún con un Irán nuclear con enorme capacidad de misiles que pide nuestra destrucción“, nos dice un oficial israelí sobre el cambio de mentalidad y doctrina de seguridad en el país, que ha reconstruido su capacidad de disuasión 630 días después de ser agujereada.
Pese a los 29 ciudadanos muertos y 15.000 evacuados por los misiles balísticos iraníes durante la operación contra las centrales nucleares y arsenal del régimen de Ali Jamenei, los israelíes la consideran una de las guerras más exitosas. Quizá porque, a diferencia de todas las escaladas en las últimas décadas, el enfrentamiento fue ante otro país y no ante milicias.
Como ex jefe del departamento palestino e iraní de la Inteligencia militar, Michael Milshtein admite: “Sabía que teníamos muchas capacidades, pero me sorprendió la dimensión del logro. Se trata de aptitudes del servicio de Inteligencia, la Fuerza Aérea y el Mosad, que no sólo suministró información, sino también activó unidades operativas en el terreno”.
Según este importante investigador en el Centro Moshé Dayan de la Universidad de Tel Aviv para estudios de Oriente Próximo y África, “lo que es dramático es el daño a las centrales nucleares y a la cúpula militar y de seguridad de Irán”.
Israel llevó a Teherán el fuego con el que la Guardia Revolucionaria iraní le rodeó en la última década. Un anillo de milicias, activo tras el 7-O, que le daba de facto presencia en varias fronteras de Israel. Hoy son los soldados israelíes los que tienen presencia en puntos fronterizos en el Líbano y Siria, mientras los pilotos completaron dos semanas de dominio en la capital iraní. O como ironizaron en Israel cuando su espacio aéreo estaba cerrado: “Es más fácil llegar en avión a Teherán que a Nueva York”.
En el momento de la verdad, Irán no pudo contar con su principal músculo en lo que define “eje de resistencia”. Muy debilitado en una campaña que inició contra Israel como apoyo a Hamas y Gaza, el grupo chií libanés Hizbulá se limitó a lanzar al aire comunicados en lugar de proyectiles. Además, Jamenei perdió el colchón y plataforma de Siria tras la caída del presidente Bashar Asad.
“La guerra demostró que Israel tiene enormes capacidades y puede hacer muchas cosas, pero también que depende de Estados Unidos. Los árabes se han dado cuenta de las dos conclusiones”, cuenta Milshtein a EL MUNDO. Y revela: “Yo hablo mucho con amigos árabes y ellos hablan realmente de la hegemonía israelí. No les gusta, aunque estén contentos de los golpes recibidos por Irán”.
“Ha sido el periodo de mayor actividad de la Fuerza Aérea en la historia de Israel”, apunta el oficial ante la escalada de siete frentes [Gaza, Yemen, Líbano, Siria, Irak, Irán y Cisjordania], en la que su país fue atacado con varias decenas de miles de misiles, proyectiles y drones, y realizó numerosos bombardeos en cercanos y lejanos círculos en la región.
El ejército que fracasó de forma colosal en la defensa de sus ciudadanos en el sur de Israel en la infiltración armada de miles de palestinos es el mismo que envía pilotos en Teherán como si estuvieran sobrevolando su país en el desfile anual del Día de Independencia.
Los servicios de Inteligencia que no supieron descifrar las señales, e incluso declaraciones, a pocos metros de su frontera de Gaza, bajo control de un enemigo más débil que Hizbulá, son los mismos que saben dónde y con quién duermen los oficiales de la Guardia Revolucionaria a más de 1.500 kilómetros de distancia.
“El fracaso del 7-O no es que no hubiera información, sino que no se supo leer las intenciones y la lógica del enemigo que, además, fue subestimado”, considera Milshtein, que avisa: “El increíble éxito ante Irán y Hizbulá no corrige el 7-O. Temo que haya una euforia en Israel que le lleve a no aprender la lección”.
“Sinwar y Nasralá también pecaron de percepciones distorsionadas. Sentían un profundo desprecio y odio religioso hacia Israel, lo que los llevó a creer en la teoría de la telaraña, según la cual era una sociedad débil y mimada. Juzgaron erróneamente su resiliencia para resistir una dura y prolongada campaña”, añade.
Precisamente, muchos se preguntan por qué Israel completó la ofensiva en Irán en menos de dos semanas, mientras sigue estancada en Gaza en su guerra más larga, con el consiguiente sufrimiento de los gazatíes y de los 50 israelíes aún en cautiverio. La muerte de siete soldados en una emboscada en Jan Yunis, poco después de iniciarse la tregua este martes, recordó el contraste a los israelíes.
“En Israel hubo consenso nacional sobre la necesidad de la ofensiva en Irán, mientras el consenso hoy respecto a la de Gaza es que debe finalizar para la vuelta de los secuestrados”, comenta Milshtein, apuntando una diferencia: “Israel aceptó la tregua ante Hizbulá e Irán tras lograr objetivos que no eran maximalistas, como la destrucción de los proyectiles de Hizbulá y su infraestructura subterránea cercana a la frontera y el programa nuclear iraní. Sobre Gaza, hay eslóganes generalistas y objetivos no reales, como la victoria total o la destrucción total de Hamas“.
Otro factor apuntado por analistas es que Netanyahu podía, con el impulso de Estados Unidos, poner fin a la guerra con Hizbulá e Irán sin riesgo de que caiga su Gobierno, a diferencia de lo que puede suceder ante Hamas, debido a la presión de dos de sus socios de coalición.
“El 7 de octubre de 2023 estábamos al borde del abismo, al sufrir el desastre más terrible en la historia del país. Pudimos recuperarnos y contraatacar con valentía”, ha declarado Netanyahu, agregando que 20 meses después han hecho pagar a Irán “un precio que nunca imaginó”. En sus entrevistas e intervenciones esta semana a raíz de los “históricos logros”, intenta que la historia -y las urnas en las próximas elecciones- le recuerden como el primer ministro que evitó el plan nuclear iraní y no el primer ministro que no pudo evitar el 7-O.