El régimen los considera un recurso de “impacto revolucionario” en la competencia internacional
NotMid 04/07/2025
ASIA
Los 1.100 millones de usuarios de internet de China generan más datos que cualquier otro país del mundo. Lo mismo ocurre con la vasta red de cámaras de reconocimiento facial del país. A medida que los coches autónomos recorren las carreteras a toda velocidad y los voladores surcan los cielos, la calidad y el valor de la información que fluye de las tecnologías emergentes se dispararán. Sin embargo, el volumen de datos no es lo único que distingue a China. El régimen también está integrando la gestión de datos en la economía y la seguridad nacional. Esto tiene implicaciones para China y ofrece lecciones para las democracias.
Los planificadores chinos consideran los datos como un factor de producción, junto con la mano de obra, el capital y la tierra. El presidente Xi Jinping ha calificado los datos como un recurso fundamental “con un impacto revolucionario” en la competencia internacional. El alcance de esta visión es incomparable y afecta a todo, desde las libertades civiles hasta las ganancias de las empresas de internet y la búsqueda de China de liderar la inteligencia artificial.
La visión del Sr. Xi se está implementando rápidamente. En 2021, China publicó normas basadas en el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) europeo. Ahora, se está distanciando rápidamente de las normas occidentales. Todos los niveles de gobierno deben gestionar los recursos de datos disponibles. Un proyecto integral para evaluar las reservas de datos de las empresas estatales está en marcha. La idea es valorarlas como activos e incorporarlas a los balances o intercambiarlas en bolsas estatales. El 3 de junio, el Consejo de Estado publicó nuevas normas para obligar a todos los niveles de gobierno a compartir datos.
Otro gran paso es la identificación digital, cuyo lanzamiento está previsto para el 15 de julio. Con esta, las autoridades centrales podrían controlar un registro de los sitios web y aplicaciones de cada persona. Conectar el nombre de alguien con su actividad en línea será más difícil para las grandes empresas tecnológicas que solían gestionar el sistema. Solo verán un flujo anónimo de dígitos y letras. Sin embargo, es escalofriante que el registro algún día actúe como un panóptico para el Estado. El objetivo final de China parece ser crear un océano nacional integrado de datos, que abarque no solo a los consumidores, sino también a la actividad industrial y estatal. Las ventajas son obvias, e incluyen economías de escala para el entrenamiento de modelos de IA y menores barreras de entrada para pequeñas empresas.
Sin embargo, algunas desventajas son igualmente evidentes. El Estado tiene un historial deficiente en la gestión de datos personales: la policía de Shanghái perdió mil millones de registros a manos de un hacker. Si las empresas privadas pierden el control sobre los datos que generan, sus beneficios podrían verse afectados, lo que reduciría los incentivos para innovar. Aunque el sistema de identificación digital podría sustituir al actual sistema de vigilancia en línea, más tosco, en el que agentes de bajo nivel abusan de sus enormes poderes, el nuevo enfoque se asemeja mucho a un paraíso para el Gran Hermano.
La mayoría de los países están lidiando con la gestión y el control de datos. Según algunos informes, la administración Trump podría considerar contratar a Palantir, una empresa tecnológica privada, para consolidar los repositorios de datos gubernamentales. La Unión Europea podría tener que actualizar sus normas del RGPD. El sistema Aadhaar de la India para la identificación prioriza la privacidad, posiblemente en detrimento del impulso económico.
Todos los países necesitan escala y eficiencia en la gestión de datos. Sin embargo, para las democracias la tarea es más compleja, ya que deben establecer controles y equilibrios que protejan los derechos de propiedad, la privacidad y las libertades civiles. A medida que China adopte su vasto experimento, le dará menos importancia a estos aspectos y podría construir un sistema de vigilancia eficiente y distópico. Durante décadas ha seguido de cerca las innovaciones occidentales. Si China ahora se adelanta a la hora de demostrar el valor financiero de su océano nacional de datos, su método de centralización planteará no solo un desafío económico, sino también político.