Con una goleada contundente firma el pase a disputar la final contra el Chelsea. Dos graves errores defensivos, de Asencio y Rüdiger, condenan al equipo de Xabi en los primeros 10′. El PSG jugó a placer ante un rival hundido. Volvieron Militao y Carvajal.
NotMid 09/07/2025
DEPORTES
Estas vacaciones han traído consigo una agenda cargada para el Real Madrid, y no precisamente de descanso. Para Xabi Alonso, al mando de un equipo tan exigente, la prueba en su primera temporada ha sido titánica. Para el club, la inversión en dos defensas y la negociación por un tercero parecen insuficientes, dada la fragilidad mostrada en la zaga y en un centro del campo donde la visión y el dinamismo de Vitinha son precisamente lo que el Madrid anhela. Y, finalmente, para varios jugadores de la plantilla, urge una modernización en el juego sin balón. Todas estas lecciones, duras pero necesarias, quedaron expuestas en Nueva Jersey ante un PSG abrumadoramente superior, un equipo que ha sabido desprenderse de egos y transformarse en una maquinaria formidable.
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La derrota del Madrid fue una manera horrible de concluir un torneo que, hasta entonces, había sido aceptable. Sin embargo, es justo esperar que no se le penalice a un entrenador que asumió el “marrón” de dirigir a un equipo a la deriva en un torneo lleno de “cocodrilos”, sin un solo fichaje ante el campeón de Europa y con seis partidos en un mes de preparación. En estas condiciones, difícilmente se podía esperar un resultado positivo.

La apuesta de Xabi Alonso y sus consecuencias
Bajo el lema de que “un contratiempo también es una oportunidad”, Xabi Alonso se lanzó a la aventura. La baja de Trent por molestias musculares puso al técnico ante una tentación: contentar a todos, incluida su propia conciencia. Era doloroso prescindir de un joven que llegó como recambio y que podría irse como pichichi; imposible dejar en el banquillo a la Bota de Oro, cuya marca de 44 goles ya es la mejor de su carrera; y temerario reservarse al único jugador capaz de desatar un terremoto sin previo aviso del sismógrafo. Así, decidió juntar a Gonzalo, Mbappé y Vinicius, pero a costa de sacar a demasiados futbolistas de su zona de confort. Para empezar, al brasileño, lejos de su banda izquierda. A Valverde, la “navaja suiza”, le tocó regresar al lateral. Y a Bellingham, ayudar a achicar agua en la salida del balón ante el equipo líder en presionar con uñas y dientes. El arranque de valentía terminó en hecatombe.
Tampoco Luis Enrique, en el momento de la verdad, se contuvo con Dembélé, quien apenas había jugado unos minutos en los dos partidos anteriores. Sin embargo, fueron suficientes para consolidarlo en esa posición de delantero centro “cohete” que tan bien le ha funcionado. El Barcelona tenía razón: valía los 140 millones que pagaron por él. Una lástima que esa conclusión haya tardado ocho años en materializarse.

Regalos y la fragilidad defensiva
El exazulgrana está en un año estelar, pero además, el Madrid se empeñó en defender su candidatura al Balón de Oro con una serie de regalos grotescos. En los primeros diez minutos, cometió ante él dos errores que liquidaron el partido. El primero, de Asencio, en su tercera decisión insensata en tres partidos. En el punto de penalti, sin rival a tres metros a la redonda, intentó un control que derivó en una asistencia a Dembélé a dos metros de Courtois. El belga apagó el primer incendio, pero no pudo con el remate de Fabián a puerta vacía. Y con el equipo atónito ante el error, Rüdiger fue superado. Un intento de pase de seguridad terminó en una patada al aire que dejó a Dembélé nuevamente solo frente a Courtois. No perdonó. No lo ha hecho en todo el año. Dos goles que no fueron producto de la temida presión francesa, sino de la mala cabeza de los centrales del Madrid, dejando claro que el fichaje de Huijsen era una cuestión de supervivencia.
Antes de esta comedia en dos actos, el PSG ya había obligado a Courtois a realizar un milagro y medio, con disparos de Fabián y Doué, el de este último a quemarropa. Después, el PSG se adueñó cómodamente del partido, arrebatándole el balón al Madrid, sometiéndolo con sus centrocampistas y hostigándolo con sus extremos.
El gran mérito de Luis Enrique ha sido transformar lo que en otro tiempo fue un parque temático (Neymar, Messi, Mbappé, entre otros lujos asiáticos) en un equipo vigoroso, solidario, de todos para todos. Ahora es el Madrid el que está por hacer. En cuanto se vio por primera vez por detrás en el marcador del torneo, se deshizo. Con la moral tocada, se abandonó en el repliegue y encajó un tercer gol, también de Fabián, en una contra francesa que solo pilló en su sitio a Valverde. El tridente se había vuelto perezoso. La cosa apuntaba a carnicería.
Sin rebeldía ni reacción
El Madrid no solo perdió escandalosamente el centro del campo, porque a Arda Güler un partido grande volvió a pasarle por encima, sino que también perdió la rebeldía. Al descanso se fue con un escaso 28% de posesión, tras asistir a rondos interminables de un PSG táctica, técnica y físicamente muy superior. El nivel de los franceses fue de rondas finales de Champions; el del Madrid, de primer partido de pretemporada.
Xabi Alonso no tocó nada en el descanso, una clara señal de rendición. Así lo entendió también Luis Enrique, que retiró a Dembélé y Kvaratskhelia a más de media hora del final. La abismal diferencia en el campo y en el marcador no invitaba a la cautela.

Agencias