La petición de explicaciones a Sánchez fue pura retórica: los socios exhibieron la relación de cautiverio que los une
NotMid 10/07/2025
EDITORIAL
De la intervención del presidente en el pleno sobre corrupción que ayer acogió el Congreso podía esperarse poco. Pedro Sánchez está determinado a mantener su huida hacia delante sin rendir cuentas por el caso Cerdán ni asumir su indudable responsabilidad política en el ascenso al poder y la permanencia en él de la presunta trama de amaño de adjudicaciones públicas. El presidente se limitó a definirse a sí mismo como un «político limpio» y al PSOE, como un «partido ejemplar», lo cual le compromete.
Por eso, y ante su negativa a someterse a una cuestión de confianza, eran sus socios quienes estaban a prueba ayer. Y el desenlace fue elocuente: el llamado bloque de investidura escenificó una retórica petición de explicaciones y decidió asumir el coste de la grosera corrupción que ha anidado en el PSOE y en el corazón del Gobierno.
A lo largo de toda la mañana, la Cámara Baja fue el escenario de una nueva representación teatral inútil para los ciudadanos. Tras prometer una intervención dura, Yolanda Díaz disolvió definitivamente Sumar en el PSOE, defendiendo la honestidad del presidente y descartando su salida del Gobierno. Igualmente entregados se mostraron ERC y Bildu. Solo el PNV -rehén de sus acuerdos con los socialistas en el País Vasco- agudizó algo más sus impostadas advertencias. Podemos se situó fuera del bloque, pero sin mayores consecuencias.
La «mayoría de progreso» exhibió, en suma, la relación de cautiverio que une a Sánchez con esta miríada de partidos minoritarios, cuya prioridad es exprimir cuanto puedan y durante el máximo tiempo que les sea posible al presidente más débil de nuestra historia democrática. Tras esta nociva conjunción de intereses late un proyecto compartido, el de la disolvente «España plurinacional», con un calendario inminente: desde el cierre de la «financiación singular» hasta la transferencia al País Vasco de la gestión económica de la Seguridad Social, pasando por la subasta en que se convertirá la votación de las reformas del ministro Félix Bolaños que abren la puerta a la pérdida de independencia del poder judicial.
Más allá de las 15 medidas contra la corrupción que ayer anunció el mismo dirigente que en 2018 orquestó una moción de censura sobre la promesa existencial de erradicarla, Sánchez convirtió su intervención, de la mano de sus aliados, en una suerte de pleno monográfico contra el PP. Fue un cínico ejercicio del «y tú más» repleto de riguroso fango; pura polarización.
Tras el congreso popular que lo aclamó el domingo, Alberto Núñez Feijóo se dirigió al presidente con la dureza que corresponde a la grave crisis política e institucional. El líder del PP llegó a señalar a Sánchez por los «prostíbulos» que poseía su suegro, hoy fallecido, acusándole de lucrarse de la misma actividad que ahora ha convertido de forma oportunista en el objeto de su última cruzada moral. Sánchez, fajado en el arte de las acusaciones personales, calló.
La ofensiva de Feijóo retrata la irremediable atmósfera de final de ciclo que lo contamina todo, pese a los esfuerzos performativos del Gobierno y sus socios por aparentar lo contrario.