No hace falta título y nadie puede ayudar tanto a la liberación de la mujer como la hija de Sabiniano, el de los 17 prostíbulos
NotMid 11/0772025
OPINIÓN
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Con 15 kilos menos y 15 años más, el marido de Begoña anunció anteayer en las Cortes la creación de un nuevo chiringuito, al que cabe llamar ministerio, dizque para evitar la corrupción. Ministerio de la Virtud se llama la policía de costumbres iraní, y hay matones con chilaba imponiendo el terror y la sharía en los barrios europeos que controlan. Lo de Sánchez sería pluricultural: un ministerio moral a cargo de inmorales, y tan superfluo como los llamados observatorios contra la violencia machista, gracias a cuya eficaz tarea la violencia con motivación sexual no deja de aumentar. De hecho, la creación de ese chiringuito ministerial es un acto de corrupción, porque o bien da poder a símbolos de la corrupción como el fiscal general del Estado, Alvarone García Ortiz, o Tezanos, el Koldo del CIS, que dice que lo de Cerdán puede ser un montaje de los jueces; o bien el chiringuito perseguirá lo que ya persiguen el Código Penal, el Civil, el Mercantil, el derecho español desde Las Partidas de Alfonso X y la Justicia europea, por encima del derecho de los países de la UE.
Es tradición del PSOE que, cada vez que le pillan a uno o a 21 en un caso de corrupción, fingen que el problema es la falta de legislación adecuada, cuando lo que no está adecuado a la legalidad es su conducta. En 1993, acosado por un montón de casos de corrupción, Felipe González fichó como número 2 en su lista por Madrid a Baltasar Garzón, luego expulsado de la justicia por prevaricador y abogado del Cartel de los Soles. Y creó la Fiscalía Anticorrupción, como si, salvo esa, las demás lo fueran de corrupción. Pero arraigó y ahora, en manos de Luzón, cumple la tarea para la que se creó. A cambio, Bolaños, símbolo de la corrupción sanchista en la Justicia, sería otro gladiador, un Espartaco moral.
Yo creo que la gestora ideal de ese ministerio sería Begoña Gómez. No hace falta título y nadie puede ayudar tanto a la liberación de la mujer como la hija de Sabiniano, el de los 17 prostíbulos. Como segundo, nadie mejor que su tío Enrique, cuyo puticlub «Kilómetro 80» fue escenario de graves delitos. Una rumana consiguió llamar a su familia y denunció que un macarra, empleado de Enrique, la tenía secuestrada, le había quitado el pasaporte y la obligaba a prostituirse. Condena en firme del Supremo, años de cárcel. A eso Bego Pillafondos lo llamaría expertís.