NotMid 20/07/2025
MUNDO
1. Y Torre Pacheco activó la maquinaria
Vox tiene la solución para cada uno de los complejos desafíos que conlleva la inmigración. Y, sorprendentemente, es una solución fácil e importada: hay que expulsar a todos los ilegales traídos por «el bipartidismo», y ya veremos a cuántos más.
Esta semana, en la paliza que un marroquí propinó a un sexagenario en Torre Pacheco, el partido de Santiago Abascal ha encontrado el plato perfecto para su receta. ¿No veis como teníamos razón?: son salvajes.
Hace un año dijeron que un inmigrante había matado a un niño en Mocejón y resulta que el asesino tenía ocho apellidos españoles. Pero esta vez han acertado. Y la maquinaria se ha puesto en marcha. El Gobierno, que se agarra a cualquier cosa que no empiece por Santos, ha encontrado en Torre Pacheco el plato perfecto para su receta, también muy elaborada: todos los inmigrantes son inocentes y Vox, la única amenaza. ¿No veis como teníamos razón?: son salvajes.
Parece difícil que con este ping-pong de oportunismo repartido vaya a arreglarse nada.
2. Tú a Alemania y yo a Mauritania
Justo cuando hemos sabido que por primera vez España supera a Alemania en solicitudes de asilo, la inmigración ha centrado dos cumbres muy reveladoras de dónde estamos en este debate (y en casi cualquier debate importante).
El viernes, en Zugspitze, la montaña alemana más alta, el comisario europeo del ramo y los ministros de Interior de Alemania, Francia, Polonia, Austria, República Checa y la socialista Dinamarca prometieron mano dura, porque «el gran número de inmigrantes que han entrado ilegalmente en Europa en los últimos diez años» ha ejercido una «presión significativa» sobre «los sistemas de asilo, recepción e integración», ha planteado «desafíos a la seguridad» y ha contribuido a la «polarización» social. Es una declaración firmada.
La otra cumbre tuvo lugar el miércoles en Mauritania, adonde Pedro Sánchez viajó con siete ministros para reivindicar la contratación en origen, tan bienintencionada como ineficaz, y recordarnos, paternal, que España también fue un país de inmigrantes.
3. Tenga cuidado: es usted de extrema derecha
Tenemos suerte. Somos un país moralmente superior, porque aquí tenemos claro que sugerir la existencia del mínimo problema de integración de los inmigrantes es un acto de racismo y sumisión a la ultraderecha.
Eso no pasa en Alemania, la inmoral Alemania. Allí, por poner un ejemplo, el presidente honorario de la Asociación Alemana de Profesores ha pedido abiertamente en Die Welt que los alumnos nacidos en el extranjero sean repartidos de forma equilibrada por los colegios, porque la segregación no solo los perjudica a ellos sino a todo el país, cada vez más dividido en sociedades paralelas.
Tenemos suerte, sí. Aquí la conversación pública versa sobre el enésimo episodio de corrupción (ahora, qué alivio, protagonizado por un ex ministro de derechas), sobre si los enanos pueden cobrar por hacer de enanos, y sobre la mejor forma de enriquecer más a los ricos (o sea, a los catalanes y a los vascos).Son, sin duda, tres ejes estratégicos para el futuro de cualquier democracia.
4. Quién dice qué mientras Francia naufraga
Hay países que deciden hundirse a sí mismos. España podría ser un ejemplo, aunque los hay peores: los franceses tienen al menos un político que les dice la verdad. Más bien dos: ¡su presidente y su primer ministro!
François Bayrou ha presentado un plan de ajuste presupuestario que puede ayudar a que Francia evite un naufragio anunciado. Sin embargo, es probable que una nueva moción de censura contra la verdad se lleve por delante a Bayrou, como antes a Michel Barnier, porque las reacciones de Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, e incluso la de los socialistas, no difieren demasiado. Adivinen quién dice qué: el Gobierno «ataca al pueblo, a los trabajadores y a los jubilados»; pretende «destruir el Estado y los servicios públicos» y que «las masas paguen para perdonar a los muy ricos»; propone un plan repleto de «violencia» que demolerá el sistema.
Seguro que lo mejor para el futuro de los franceses es seguir tapándose los ojos. Aquí lo hacemos mucho y nadie podrá negarnos que servimos las mejores patatas bravas del mundo.
5. Si los jóvenes de 16 y 17 años votaran
En el Reino Unido el Gobierno ha presentado una reforma legal para que los británicos de 16 y 17 años puedan votar. Sus críticos creen que es una estratagema partidista de Keir Starmer, sobre la premisa de que los nuevos votantes elegirán mayoritariamente a los laboristas.
Otros analistas discrepan. Sostienen que allí donde se ha ensayado, como Austria o Escocia, estos jóvenes no han votado nada esencialmente distinto del resto de la población; y que tampoco han cambiado los resultados electorales, porque son muy pocos.
En España, el PSOE incluyó esta propuesta en su último congreso y el Ministerio de Juventud parece estar interesado en promoverla. ¿Y qué votarían los chavales de 16 y 17 en el país de Pedro Sánchez? No hay datos fiables, según el sociólogo Luis Miller, aunque su experiencia le dice que los más jóvenes suelen rebelarse contra aquello en lo que se han criado. En Polonia son más de izquierdas; en Suecia, más de derechas. Así que en España…
«¡Estamos con vosotros, sois el futuro!», les dicen los partidos a los jóvenes. Quizá bastaría con que gobernaran menos para los pensionistas.