La obsesión del Gobierno con el catalán y su delirante ataque a la UE agravan el descrédito de nuestro país en el exterio
NotMid 20/07/2025
EDITORIAL
El resultado de la segunda reunión del Consejo de Asuntos Generales de la UE en la que el Gobierno de España presionó a los Estados miembros para que el catalán, el euskera y el gallego se conviertan en lenguas oficiales en las instituciones comunitarias sintetiza el descrédito que la imagen de nuestro país está sufriendo en el exterior. La debilidad política del presidente, volcado en contentar a sus socios independentistas con el fin de mantener viva una legislatura que agoniza, sin presupuestos ni capacidad de legislar, se está trasladando de forma acelerada al escenario internacional.
El mismo día en que Los Veintisiete conseguían cerrar, tras un largo debate, un nuevo paquete de sanciones contra Rusia, y en un momento en el que Europa aborda debates existenciales en torno a su defensa, la guerra en Oriente Próximo, la inmigración o la batalla comercial con EEUU, la insistencia de España con el reconocimiento de sus lenguas regionales se topó con la lógica incomprensión de nuestros aliados, e incluso con el rechazo contundente de Alemania, que tiene serias dudas sobre el encaje legal de la propuesta española.
El nuevo portazo europeo cerró una semana negra para nuestro país en la UE. El martes, ante el Tribunal de Luxemburgo, el representante de la Comisión Europea criticó con dureza la Ley de Amnistía, asegurando que no buscó el interés general, sino que fue un pacto político a cambio de la investidura del presidente; que contraviene los valores de la UE y que, además, generó una enorme división social. El jueves, Bruselas abrió un expediente a España por la injerencia indebida del Gobierno en la OPA de BBVA sobre Banco Sabadell; un movimiento igualmente destinado a satisfacer las exigencias de Junts y ERC. Y ayer, la insistencia del Ejecutivo de Pedro Sánchez con las lenguas cooficiales -reclamación de Junts a la que se han sumado Salvador Illa e Imanol Pradales- irritó a varios Estados, hasta el punto de que el representante español protagonizó un tenso choque verbal con su homólogo alemán.
La política exterior de un país es una de sus posesiones más preciadas. Sánchez, en cambio, ha optado por utilizarla como una pieza más de la subasta con sus socios que vertebra la legislatura. El problema es que, conforme pasan los días, esa deriva solo se acrecienta. La reacción del Gobierno a su fracaso ayer en Bruselas da la medida del desvarío. El Ministerio de Exteriores no solo ataca sin complejos a la UE al asegurar nada menos que España está siendo «discriminada» respecto a «otros Estados miembros a los que sí se les ha respetado su identidad nacional plurilingüe» -un lenguaje perfectamente nacionalista-, sino que incluso se permite apelar a un acontecimiento tan sensible para Europa como fue el desembarco de los aliados en Normandía al afirmar que «el día D no es hoy, pero el día D hoy está más cerca».
Además de ridículo, es un delirio impropio del Gobierno de la cuarta economía del euro, y que agrava el descrédito exterior de España en el momento en que la Unión Europea atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia.