Mientras que Rama X, en el trono de Bangkok, es una figura excéntrica, multimillonaria y con enorme poder, el soberano de Phnom Penh es apenas un delicado pájaro enjaulado en manos de Hun Sen
NotMid 27/07/2025
ASIA
Los tambores de guerra resuenan en el Sudeste Asiático, donde Tailandia y Camboya, dos reinos liderados por dinastías milenarias, coquetean peligrosamente con un conflicto total. Esta escalada no solo amenaza incontables vidas y devastaría sus economías, sino que podría asestar el golpe de gracia a las ya frágiles democracias de ambas naciones, cayendo en etiquetas políticas más formales que reales.
En el centro de esta tensa relación están sus monarcas: Maha Vajiralongkorn -Rama X- (72 años), en el trono de Tailandia desde octubre de 2016, y Norodom Sihamoní (72 años), rey de Camboya desde el mismo mes de 2004. Ambos son jefes de Estado de monarquías constitucionales, teóricamente despojados de poder efectivo. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja.
Dos Coronas, Poderes Dispares
Rama X es una figura de extraordinaria influencia política e institucional en Tailandia. Es, de lejos, la persona más rica del país, con una capacidad innegable para maniobrar entre bambalinas en las decisiones más trascendentes que afectan al antiguo Reino de Siam. En contraste, Norodom Sihamoní es apenas un “pájaro enjaulado” en el Palacio Real de Phnom Penh. Se le tacha de ser un mero títere en manos de Hun Sen, el hombre fuerte que gobernó Camboya con puño de hierro durante tres décadas y que, incluso hoy, sigue controlando el poder en la sombra a través de su hijo, Hun Manet, el actual jefe de Gobierno.
A pesar de estas diferencias en poder real, la monarquía es una institución clave para la estabilidad y la identidad de ambas naciones. No en vano, Tailandia y Camboya comparten el lema “Nación, Religión, Rey” como pilar de su entramado institucional.
En Tailandia, desde los años 30 del siglo pasado, la Corona, un actor intocable, ha sido el pegamento social que ha asegurado la unidad y continuidad de la nación. Ha logrado mantenerse intacta, incluso legitimando sucesivos regímenes en un país que ha experimentado incontables golpes de Estado y donde la casta militar ha tomado el poder en un sinfín de ocasiones. La interacción de la monarquía camboyana con la política ha sido muy diferente. Tras la caída del sanguinario régimen de los Jemeres Rojos —responsable de uno de los genocidios más atroces del siglo XX— y la restauración de la democracia, su papel ha sido muy tímido, especialmente bajo el reinado de Norodom Sihamoní. Aun así, las autoridades de Phnom Penh han explotado el gran simbolismo de la monarquía como aglutinante en un país donde las heridas de un espeluznante pasado aún tardarán en cicatrizar.
Lazos Ancestrales, Tensiones Recientes
Las dinastías Chakri (tailandesa) y Norodom (camboyana) comparten ancestros y sus respectivos árboles genealógicos hunden sus raíces en el viejo imperio jemer, que perduró entre los siglos IX y XV. Sin embargo, en época reciente, la relación entre las dos monarquías no ha sido especialmente cordial. Por el contrario, los conflictos territoriales —fruto de la demarcación con escuadra y cartabón trazada durante el periodo colonial francés y hoy tan tristemente presentes en los enfrentamientos fronterizos— han afectado la coexistencia de las familias reales.
También sus posiciones geopolíticas han influido. El rey de Tailandia, Bhumibol (padre del actual soberano y quien reinó durante 70 años), se convirtió en uno de los mayores aliados de Estados Unidos en la región, consolidando su poder a cambio de actuar como un gran baluarte contra el comunismo. En Camboya, en cambio, el padre del actual monarca, Norodom Sihanouk —una figura de extraordinario interés político—, desplegó su astucia diplomática y capacidad de seducción con las grandes potencias comunistas, especialmente China, pero también la Unión Soviética y Corea del Norte. Allí encontró el apoyo que no le daban sus vecinos, incluido el Reino de Tailandia, que siempre ha mirado a la nación camboyana por encima del hombro.
Reyes-Dioses y el Peso de la Devoción
Norodom Sihanouk es considerado el último rey-dios de un país profundamente budista. Ocupó el trono en dos ocasiones (1941-1955 y 1993-2004), abdicando en 1955 para dedicarse a la política activa como “Padre de la Patria”, dirigiendo a la nación hacia la independencia del dominio francés y siendo primer ministro. Fue un maestro de la diplomacia, reconocido internacionalmente, y se empeñó en desacralizar al máximo la figura real, humanizándola, despojándola de su aureola divina. Aunque antes de su hijo la monarquía ya gozaba de afecto popular, había perdido su influencia política real.
En la otra frontera, en Tailandia, con el rey Bhumibol se produjo una construcción inversa que perdura hoy con el polémico Rama X. La Monarquía Chakri profundizó, desde los años 30, en un proceso de sacralización de su titular a todas luces antihistórico. Millones de tailandeses sentían por el anterior monarca una devoción sincera que se conectaba con los valores que irradiaba, envueltos en una absoluta mistificación. El rey encarnaba la unidad de la nación y era visto como guía. En una población mayoritariamente budista, que conserva tradiciones ancestrales, especialmente en áreas rurales, Rama IX ejercía un liderazgo moral incuestionable. Su hijo, Rama X, sigue siendo una especie de intermediario entre las fuerzas divinas y los simples mortales, y el culto a su personalidad se mantiene omnímodo en el país.
Pese a su pasado mujeriego y pendenciero, y su carácter excéntrico, se creía que Maha Vajiralongkorn sería un rey títere. Así lo revelaron los cables de WikiLeaks, donde algunos de los principales dirigentes tailandeses dudaban de su capacidad para el trono. Sin embargo, poco tardó en demostrar su intención de estirar sus poderes mucho más allá de lo recomendable.
Nada más ser proclamado en diciembre de 2016, obligó al Parlamento a aprobar una enmienda a la ley que regula la Oficina de la Propiedad de la Corona, dejándola exclusivamente en manos del soberano. Hablamos de la mayor corporación de Tailandia, con una amplísima cartera de propiedades e inversiones en bancos y grandes empresas, valorada por Forbes en unos 30.000 millones de euros, aunque otras fuentes la estiman en más del doble. También exigió la reforma de varios artículos sobre los poderes regios en la Constitución —aprobada previamente por referéndum—, pudiendo ahora decidir libremente si nombra o no a un regente cuando se ausente del país, entre otras prerrogativas. Ha asumido igualmente mayores poderes en el nombramiento de altos cargos militares y de los sacerdotes budistas de máximo rango, una casta muy poderosa en el país.
Gestos Reales en Tiempos de Conflicto
Cuando el rey Bhumibol murió en octubre de 2016, Camboya compartió el luto de su nación vecina. El rey Norodom Sihamoní y su madre, la reina viuda Norodom Monineath, acudieron de inmediato a la embajada tailandesa en Phnom Penh para rendir tributo al soberano, en un gesto más de los muchos con los que las dos dinastías han tratado de acercarse en las últimas décadas —sin haberlo conseguido del todo—. De hecho, el monarca camboyano, que realiza muy pocos viajes al extranjero, fue uno de los numerosos miembros de la realeza mundial que en 2006 asistieron a Bangkok para participar en los fastos del 60º aniversario de la ascensión al trono de Bhumibol.
Hoy, mientras los tambores de guerra y los combates, que ya se han cobrado al menos 33 víctimas mortales, vuelven a enfrentar a ambas familias reales, resurge un episodio de 2016 que refleja esa superioridad con la que la dinastía tailandesa ha solido tratar a Camboya. Varios medios camboyanos consideraron un insulto nacional que, para la visita oficial a la provincia de Ratanakiri de la princesa Maha Chakri Sirindhorn —hija de Bhumibol, a quien muchos en Tailandia veían como su sucesora idónea—, se construyera una formidable instalación con un asombroso cuarto de baño que costó la friolera de 40.000 dólares. Aquello fue un escándalo en una nación tan pobre como Camboya, donde, por ejemplo, alrededor del 35% de los colegios carecen de acceso a instalaciones sanitarias adecuadas.
Ni Rama X ni Norodom Sihamoní están asumiendo un protagonismo directo en estos días de recrudecimiento de los combates fronterizos. No obstante, la situación preocupa, y mucho, en los respectivos Palacios Reales. A mediados de junio —con la tensión ya latente—, el monarca tailandés encomendó a uno de sus consejeros privados, el general Paiboon Koomchaya, visitar la base operativa cerca del Templo Ta Moan Thom en el distrito de Nam Yuen para entregar obsequios reales a las tropas acuarteladas en la frontera, buscando elevar su moral.
La situación es tan delicada que el rey Rama X ha ordenado la suspensión de las ceremonias oficiales con motivo de su cumpleaños este lunes. En un reino donde el jefe de Estado es casi un semidiós, la onomástica del soberano siempre se celebra con gran pompa, y la cancelación de la tradicional recepción en el Salón del Trono del Gran Palacio Real de Bangkok da la medida del cariz que han cobrado los acontecimientos.
Este mismo viernes, en Camboya, las redes sociales difundían imágenes de la princesa Norodom Arunrasmey —hermana del actual rey— en un centro hospitalario donando sangre como gesto patriótico en apoyo de los soldados heridos en la zona de choque con Tailandia.
Que este conflicto derive en una guerra total, como decíamos al principio, tendría consecuencias terribles, presumiblemente también para la estabilidad de estas dos Monarquías.
Agencias