Una sociedad civil fuerte y una prensa independiente son claves para hacer frente al autoritarismo de Donald Trump
NotMid 20/09/2025
EDITORIAL
Donald Trump está aprovechando el trágico asesinato de su activista y amigo Charlie Kirk para emprender una campaña de corte autoritario contra la libertad de expresión desde el Despacho Oval. Las presiones indisimuladas del Gobierno de EEUU a la cadena ABC (propiedad de Disney) han logrado la suspensión del programa Jimmy Kimmel Live! después de que su célebre conductor, un cómico, se burlara del movimiento MAGA y de la reacción del presidente ante el asesinato de Kirk. Más tarde, el propio Trump ha amenazado con retirar las licencias de retransmisión a las televisiones críticas con su gestión. Se trata de una intolerable estrategia de intimidación a los contrapoderes que no es nueva ni patrimonio de la derecha política, pero que se exhibe ahora ante el mundo sin ningún filtro ni matiz.
Los medios de comunicación han estado siempre en el punto de mira de Trump. Ya en su primer mandato cuestionó la fiabilidad de la prensa y ridiculizó e intentó amedrentar a los periodistas no afines. En su regreso a la Casa Blanca, y mientras se presenta como restaurador de la libertad de expresión que la izquierda restringió, el presidente ha desvirtuado completamente el principio que decía defender. Desde su administración se suceden las demandas millonarias y las amenazas contra cabeceras ya no solo cercanas al Partido Demócrata, como The New York Times, sino también al Republicano, como es el caso de The Wall Street Journal. El objetivo final es desacreditar a la prensa para evitar su fiscalización.
El asesinato de Kirk a manos de un joven radicalizado puede convertirse en un punto de inflexión para la polarizada sociedad estadounidense. Trump acusa a la izquierda de promover el asesinato y ha anunciado planes para perseguir a organizaciones vinculadas a ese espacio ideológico, al que señala como el enemigo del pueblo.
Las distintas familias de la derecha que lo auparon, y que con razón denunciaron la «cultura de la cancelación» que el Partido Demócrata y sus satélites habían impuesto -en las universidades, en los medios, en las empresas-, deberían saber mejor que nadie que señalar e intentar silenciar a quien sostiene una opinión distinta quiebra las libertades individuales y la convivencia de cualquier sociedad. La contradicción es insalvable. En febrero, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente JD Vance arremetió con dureza contra Europa porque, según dijo, sus élites y sus burócratas estaban destruyendo la libertad de expresión: «Podemos discrepar de sus opiniones, pero lucharemos para defender su derecho a expresarlas públicamente, estemos de acuerdo o no con ellas». Hoy los actos del Gabinete Trump son el exacto reverso de aquella incendiaria denuncia.
La libertad de expresión está amenazada hoy en Estados Unidos, y no solo allí. Por eso son más importantes que nunca la labor de la Justicia y el compromiso de la sociedad civil: ciudadanos, empresas y medios de comunicación fuertes e independientes que sigan sosteniendo los valores de la democracia liberal. Lo cual incluye la defensa insobornable de aquello que Evelyn Beatrice Hall puso en boca de Voltaire: «Desapruebo lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo».
