El giro ideológico y el recorte de fondos fuerzan a Naciones Unidas a revisar a la baja su tamaño, su ambición y sus misiones de paz
NotMid 22/09/2025
USA en español
La Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGA) es un evento anual que reúne a líderes de todo el mundo, pero en los últimos años, su relevancia parece estancada. Mientras el mundo avanza a una velocidad vertiginosa con revoluciones tecnológicas y cambios económicos, la ONU se enfrenta a conflictos inmutables, siendo el de Israel y Palestina el más persistente.
La 80.ª sesión de la UNGA en Nueva York comienza en un momento crítico. Un número significativo de países, incluidos Francia, Reino Unido, y Canadá, han reconocido oficialmente el Estado palestino para presionar a Israel y a Estados Unidos a poner fin a la violencia en Gaza. Este gesto diplomático contrasta con la reciente resolución de la ONU que condena el ataque de Hamás del 7 de octubre, un texto que, a pesar de su intención, ha sido criticado por Estados Unidos por incluir la controvertida referencia al “derecho al retorno”, que Washington y Tel Aviv consideran una amenaza existencial para Israel.
La diplomacia en jaque: Ausencias y vetos
La agenda de la semana está dominada por el conflicto palestino. Un evento convocado por Francia y Arabia Saudí para impulsar la solución de los dos Estados contará con la presencia de figuras como el presidente francés, Emmanuel Macron, y el español, Pedro Sánchez, pero no con líderes clave como el canciller alemán, el primer ministro británico o el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman. La ausencia del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la negativa de Washington a conceder visados a líderes palestinos para que asistan a la conferencia, subraya la falta de un consenso global.
Esta situación se agravó cuando Estados Unidos vetó una resolución del Consejo de Seguridad para detener la hambruna en Gaza, argumentando que no condenaba explícitamente a Hamás. Estas acciones y ausencias evidencian un ambiente de tensión y desconfianza, donde las conversaciones parecen estancadas en posturas rígidas y poco constructivas.
Un mundo en llamas y una organización en declive
El conflicto en Oriente Próximo es solo uno de los muchos puntos de crisis que la ONU debe enfrentar. A la guerra de Ucrania y la inestabilidad en Líbano, se suman las crecientes tensiones con Irán, la situación en Siria y la asertividad de China. La reciente destrucción de lanchas venezolanas por el ejército de Estados Unidos y las provocaciones rusas en Europa aumentan aún más la sensación de un mundo al borde del abismo.
La percepción de la ONU como una organización imperfecta pero indispensable está en peligro. La victoria de Donald Trump en las elecciones de 2024 ha cuestionado el orden internacional basado en reglas, afectando los principios de cooperación y las alianzas tradicionales. El informe del International Crisis Group señala un panorama pesimista: los recortes presupuestarios y la congelación de la ayuda estadounidense han obligado a la ONU a reducir drásticamente su personal y sus programas, afectando especialmente la asistencia humanitaria en zonas de conflicto.
El mantra de la organización ha pasado de “hacer más con menos” a “hacer menos con todavía menos“. Esto implica no solo despidos y reubicaciones, sino también la cancelación de programas enteros, especialmente aquellos que abordan temas de igualdad y diversidad, considerados “tabú” por la administración Trump.
El reto del futuro: Entre la ambición y la supervivencia
A pesar de las adversidades, la ONU mantiene su ambición. El lema de la 80.ª sesión, “Mejor juntos: 80 años y más por la paz, el desarrollo y los derechos humanos”, es un llamado desesperado al multilateralismo. La organización se esfuerza por abordar el cambio climático, las enfermedades, la gobernanza de la inteligencia artificial y la revitalización de la cooperación global. Su valor reside no solo en sus resoluciones, sino en su función como plataforma para que rivales y enemigos se sienten a dialogar.
El futuro de la ONU es incierto. Con un presupuesto reducido y el respaldo de su principal contribuyente en entredicho, la organización debe enfrentar múltiples crisis simultáneamente. La posibilidad de desplegar cascos azules en Gaza, la necesidad de una nueva misión en Haití, y la revisión de sus operaciones en Congo y Birmania son solo algunos de los desafíos inmediatos. La falta de financiación por parte de Washington, que históricamente ha aportado el 25% del presupuesto, pone en riesgo su capacidad para funcionar eficazmente.
La ONU se enfrenta a una de sus etapas más difíciles. Su capacidad para cumplir su promesa de paz y desarrollo pende de un hilo, y su futuro depende de su habilidad para adaptarse y sobrevivir en un mundo cada vez más fragmentado y polarizado.
Agencias
