Un avanzado análisis facial, combinado con el uso de la tecnología, permitió revelar la identidad del asesino en la emblemática imagen de “El último judío en Vínnitsa”
NotMid 26/10/2025
Ciencia y Tecnología
La fotografía conocida como “El Último Judío de Vinnytsia” —cuya ubicación correcta se ha determinado en Berdychiv, Ucrania, en julio de 1941— es, sin duda, uno de los documentos visuales más inquietantes del Holocausto. En ella se condensa, en un único fotograma, la asimetría del poder, la barbarie del asesinato en masa y, fundamentalmente, una perturbadora sensación de rutina. Un soldado, ahora identificado de manera muy probable como Jakobus Onnen, un ex-profesor con gafas y uniforme impecable, apunta su arma a la cabeza de un hombre arrodillado frente a un foso de ejecución.
La Banalidad del Horror en Primer Plano
El elemento que hace que esta imagen resulte tan incómoda es la actitud del verdugo. Onnen no aparece con una expresión de furia fanática ni de éxtasis sádico; en cambio, su “pose despreocupada” evoca la famosa tesis de Hannah Arendt sobre la “banalidad del mal”. Arendt, al observar a Adolf Eichmann, determinó que el mal masivo a menudo no surge de una maldad demoníaca, sino de la adhesión ciega a una burocracia deshumanizada.
En el caso de Berdychiv, como apunta el historiador Jürgen Matthäus, la pose de Onnen va un paso más allá, sugiriendo una vanidad perturbadora y una normalización total del acto:
“La razón por la que creo que posó de esa manera es que quería impresionar,” reflexionó Matthäus. “Participar en un asesinato así se daba por hecho y no te daba ningún punto extra en estas unidades de muerte.”
La foto, destinada a circular como un trofeo de guerra entre compañeros, revela un entorno donde asesinar a civiles desarmados no era un acto extraordinario, sino un simple gesto de lealtad ideológica y de demostración de poder en el campo. Este nivel de naturalidad en el horror es lo que convierte a la imagen en un espejo incómodo de la capacidad humana para la crueldad desapasionada.

La investigación combinó métodos históricos, tecnología avanzada y testimonios para resolver uno de los grandes enigmas visuales del siglo XX (Metropol)
La Batalla de la Identidad Contra el Olvido
Durante décadas, la imagen fue un documento anónimo, el testimonio de un crimen sin el nombre de su ejecutor. Sin embargo, al revelar la identidad de Jakobus Onnen (un miembro de un Einsatzgruppe que murió en combate en 1943), la fotografía experimenta una profunda transformación. Deja de ser un símbolo genérico de la barbarie nazi para convertirse en la concreción de una responsabilidad individual.
Este proceso de identificación es una victoria de la memoria histórica sobre el olvido deliberado. Se sabe que la propia familia de Onnen, en un intento por blanquear su pasado, quemó cartas y documentos en los años noventa. Pero la imagen, testimonio mudo del crimen, persistió.
“Gran parte de este trabajo fue realizado por los propios sobrevivientes, que identificaron a las víctimas a partir de fotos, memorias o testimonios,” señala Matthäus.
Al nombrar al verdugo, se honra la memoria de las víctimas y se da un paso firme contra aquellos que buscan borrar o distorsionar los hechos históricos. La foto se convierte en la prueba irrefutable de que, detrás de la estructura burocrática del genocidio, había hombres concretos tomando decisiones de vida o muerte.

El análisis facial con IA y la colaboración de familiares y expertos lograron un 99% de certeza en la identificación (Metropol)
La Tecnología al Servicio del Deber Moral
La identificación de Onnen es un logro que no habría sido posible sin la convergencia de la investigación archivística tradicional y la tecnología moderna. El uso de la inteligencia artificial para el análisis y la comparación facial por parte de equipos como Bellingcat fue crucial para verificar la hipótesis del historiador.
Este avance tecnológico subraya un punto esencial: la IA y otras herramientas digitales pueden ser poderosos aliados en la recuperación de la memoria y la búsqueda de la verdad histórica.
Sin embargo, Matthäus es enfático: “No es una bala de plata — el factor humano continúa esencial.” La tecnología solo auxilia; es el cruce de documentos, el contexto histórico y la persistencia humana lo que confirma las conclusiones.
En un mundo donde las narrativas históricas son constantemente desafiadas y donde la propaganda busca erosionar los hechos, la fotografía de Berdychiv y la historia de su identificación nos recuerdan el deber ineludible de la memoria. Persiste la responsabilidad humana de nombrar lo innombrable, de honrar la verdad y de impedir que la “banalidad del mal”, capturada en una sola y despreocupada pose, se filtre en el olvido histórico.
