La revolución conservadora ha cogido a Junts atado a una coalición de izquierdas. Ahora bien: ¿qué es romper? No será inocuo para Moncloa, porque subraya su desgobierno, pero Sánchez sobrevive sin Presupuestos
NotMid 26/10/2025
OPINIÓN
JOAQUÍN MANSO
Hay un cambio social en marcha. La acritud manifestada esta semana en el seno del Gobierno contra la ministra de Vivienda responde a una corriente de fondo: la izquierda ha perdido la hegemonía cultural y ya no convence; sus tesis se han hundido y una mayoría desconfía de la intervención del Estado sobre los precios. Un interesantísimo estudio de AI Data Analytics Suite y LLYC ofrece una conclusión coincidente en casi todos los asuntos que dominan la conversación pública. La derecha se impone, por supuesto, en inmigración, pero además «la preocupación por los jóvenes se ha convertido en un espacio de confrontación ideológica total donde todas las soluciones propuestas desde el bloque progresista han perdido credibilidad narrativa».
La pujanza del discurso de Vox es clave. Y hay por encima de todo un fantasma antipolítico más vívido que nunca: nada inquieta más a los españoles que una desconfianza profunda y estructural en la eficacia y la limpieza de los gobiernos y las instituciones. «La ciudadanía habla del sistema, no de políticas concretas», al mismo tiempo que «el crecimiento conservador es un movimiento estructural que atraviesa toda la agenda política sin excepción».
La revolución conservadora ha cogido en el otro lado del muro a Junts, la última versión del partido alfa de la derecha tradicional catalana, atado así a una coalición de extrema izquierda que ni quiere ni puede darle las políticas en inmigración, vivienda o fiscalidad que sus bases electorales demandan. Cómo va a comprender el cambio social en Cataluña un liderazgo que vive ensimismado desde hace ocho años a miles de kilómetros.
Carles Puigdemont sembró de semillas antisistema durante el ‘procés’ los territorios del carlismo y la frustración que provoca su regreso a la institucionalidad de la mano de Pedro Sánchez la recoge ahora la credibilidad subversiva de Silvia Orriols y su Aliança Catalana, mucho más desenfrenada también para aglutinar el esencialismo xenófobo que es parte del signo de los tiempos.
Los alcaldes de Junts, aterrorizados ante el tsunami de realidad que les acecha, han trasladado la percepción creciente de que Sánchez alimenta expectativas a sabiendas de que no puede cumplir -ayer Alemania ratificó que no se ha movido sobre el catalán en Europa– y de que el partido utiliza su influencia en Madrid al servicio de las necesidades personales de Puigdemont: el efecto perverso de la amnistía.
En la magnífica entrevista que le hizo Ángela Martialay, Cándido Conde-Pumpido echaba sal en esa herida porque respondía como si la cosa no tuviera que ver con él: «Hay decisiones que no me corresponden a mí, depende de la evolución en el Tribunal de la UE».
Así que Junts camina irremediablemente hacia el cadalso. Sánchez lo ha dejado exangüe. Algunas encuestas señalan una pérdida del 40% del voto en año y medio, una herida de muerte que revela la pérdida de su utilidad social. Es natural la desbandada de cargos. Engordará Aliança, pero en ese pánico también pescará el PSC. Salvador Illa ha ninguneado al partido de Puigdemont y trabajado una estética de institucionalidad razonable y peix al cove para seducir al poder económico y las clases medias que sostuvieron al pujolismo.
La encrucijada de Puigdemont, si fuese real, sería endiablada: precipitar una convocatoria electoral implicaría adelantar su propio declive, perder la llave de la mayoría parlamentaria y arrastrar la cruz de haber llevado al PP y Vox a Moncloa; no hacerlo significaría prolongar la agonía y con seguridad agravarla.
Ocurre que eso tampoco está en manos de Puigdemont. Desde que el lunes lo avanzase Esteban Urreiztieta con otra gran exclusiva, quedó claro que esta vez no estamos ante una teatralización: Junts anunciará una ruptura total con Sánchez. Habrá probablemente división en la dirección y no será fácil que no se produzca una quiebra interna. Para Moncloa ese anuncio no será ni mucho menos inocuo, aunque quiera aparentarlo, porque subraya su debilidad y enfatiza su irresponsabilidad y su desgobierno, y nada preocupa más a los españoles.
Ahora bien: ¿qué es romper? El presidente sobrevive sin Presupuestos. Las fuerzas que forman parte del proyecto plurinacional de Sánchez han unido a él su suerte: aunque quieran, no pueden disolverse. Están cautivas. Así que Zapatero no tardará en volver al trabajo. La opción de una moción de censura «instrumental» es una trampa dialéctica que hace bien el PP en despreciar cuanto antes: la alternativa tiene que serlo, sobre todo, en términos de ética democrática.
Alberto Núñez Feijóo debería tomar nota de la demanda ciudadana de transformación genuina que reflejan los estudios de prospectiva como el que menciona este artículo. La gente exige una regeneración democrática auténtica que reste poder a los partidos y facilite el liderazgo al emprendimiento individual y la sociedad civil. El PP ha sido el partido de la institucionalidad y la eficacia, los dos conceptos que el ciudadano pone en el ojo del huracán. Durante toda esta semana se le recordará el error que cometió al no reprobar a Carlos Mazón tras la DANA. ¿Es el PP creíble para ofrecer ese cambio de verdad? ¿Qué tiene que hacer para serlo? También su propia hegemonía cultural en la derecha está en juego.
Un rayo de luz iluminó el viernes la heroica ciudad de Oviedo. El sensacional discurso de la Princesa en el Campoamor, con inconfundible impronta de la Reina, es una síntesis de las aspiraciones que merecemos como sociedad próspera, moderna y pujante. Cuando Doña Leonor llama a «salir de la trinchera» porque «la convivencia no es fácil, pero es el único camino para lograr el progreso compartido», nos está animando a superar desde la esperanza el marco que pretende hacernos creer que no es posible la conciliación entre quienes pensamos de manera diferente y que estamos condenados a vivir en la confrontación permanente, que es precisamente la puerta abierta al autoritarismo y la antipolítica. Por eso ésta es la verdadera revolución pendiente.
