En cualquier país europeo la pérdida de la mayoría parlamentaria, explicitada en España por Junts, implicaría cuestión de confianza o elecciones
NotMid 28/10/2025
EDITORIAL
La ruptura de Carles Puigdemont con el Gobierno de España supone la materialización, ya de forma abierta e inapelable, de la pérdida de la volátil mayoría parlamentaria con la que Pedro Sánchez logró su investidura. La comparecencia del fugado, propia de un dirigente político agotado y decadente, sitúa al presidente en un escenario de ausencia de legitimidad que en cualquier país europeo tendría consecuencias inmediatas. Cuando un gobernante carece de mayoría en las Cortes y no es capaz ni siquiera de aprobar unos presupuestos, el paso lógico es que se someta a una cuestión de confianza, con el fin de que el Congreso revalide o no el respaldo que le otorgó; o bien convoque elecciones, para que la ciudadanía pueda expresarse.
Que Sánchez no contemple hacer ni una cosa ni la otra sólo agrava la anomalía democrática en que ha instalado a nuestro país: el presidente se mantiene en la Moncloa apoyado sólo por una minoría política y con el propósito declarado de hacerlo «con o sin el concurso del legislativo». Es decir, ahora sin matices, de gobernar contra el Congreso.
A falta de conocer la pregunta y la respuesta de los 6.000 afiliados de Junts en la consulta que esta semana les planteará la cúpula del partido, la realidad es que hoy el Ejecutivo ya no puede afirmar que cuenta con la mayoría parlamentaria -y social- del «Somos más» que ya venía siendo retórica desde hace meses. Los siete diputados de Junts se sitúan en la oposición, cierran la puerta a la aprobación de ningún proyecto presupuestario y anuncian que Sánchez podrá ocupar «sillones» y ostentar el «poder» pero no «gobernar».
Tras un sinfín de amenazas y amagos destinados a reforzar su capacidad de extorsión al Gobierno, la ruptura anunciada por Puigdemont, muy presionado por el auge de su nuevo rival en la derecha independentista, Aliança Catalana, supone un notable salto adelante. El líder de la declaración unilateral de independencia de 2017, que arrancó a Sánchez la amnistía del procés pero que por ahora no ha logrado beneficiarse de ella, da por suspendidas las reuniones de mediación que ha mantenido con Santos Cerdán y José Luis Rodríguez Zapatero, y advierte que el Gobierno ya no podrá contar con sus diputados.
El divorcio es claro, aunque no llega hasta sus últimas consecuencias. En el discurso de Puigdemont no asomó la opción -siempre improbable- de presentar una moción de censura instrumental en favor de un candidato ajeno al PP que convocara elecciones. Tampoco puede descartarse que en los próximos meses Junts regrese al bloque de investidura si el PSOE enmienda alguno de los «incumplimientos» que el ex president enumeró con tono lastimoso.
De hecho, la salida explícita de Junts de la miríada de partidos nacionalistas y de izquierda radical que hizo presidente a Sánchez constituye un fracaso político y personal de primer orden para Puigdemont. El kingmaker de la legislatura, el dirigente disruptivo y ferozmente contrario a la Constitución que se ha enorgullecido de condicionar desde Bélgica el rumbo de todo un país, quedará ahora relegado a un papel irrelevante, y con su propia continuidad al frente de Junts internamente cuestionada.
