NotMid 04/11/2025
IberoAmérica
“Nuestra democracia del siglo XXI es la más avanzada del planeta”, fingió Nicolás Maduro horas después de que Donald Trump anunciara que sus días están contados y que su salida del Palacio de Miraflores solo es cuestión de tiempo. Pese a la retórica grandilocuente del “guerrero de la paz”, el mandatario de facto –que hace 15 meses cometió el mayor megafraude de la historia de América Latina– aguarda el que cree el inminente primer ataque en tierra de las fuerzas estadounidenses.
La crisis en el Caribe se intensifica con el mayor despliegue militar de Washington desde el siglo pasado, al que se sumará el portaaviones Gerald Ford. Maduro, ojeroso y demacrado, no deja de mover fichas en un plan revolucionario de defensa preñado de propaganda, represión, nacionalismo y movimientos diplomáticos.
El manual de resistencia y la escalada militar
Con el manual de resistencia iraní en mano, el chavismo ha intensificado el culto a la personalidad de Maduro y los símbolos patrios. Sin embargo, en un signo de alarma, “el alto mando revolucionario ha pedido, de manera enfática, una pausa en el despliegue de las amenazas estadounidenses”, explica a EL MUNDO el sociólogo Gianni Finco.
Mientras tanto, Maduro intenta cambiar la narrativa de su régimen. La Milicia Bolivariana anunció que fuerzas militares atacaron un campamento de la guerrilla colombiana en Zulia. Estos ataques, que persiguen a grupos históricamente aliados del chavismo, pretenden incidir en la idea de que la revolución lucha contra el narcotráfico y no se beneficia de él, como acusa Washington.
Trump, por su parte, evita responder sobre sus planes para Venezuela, limitándose a decir a la prensa: “¿Qué clase de pregunta es esa?”.
Propaganda oficial vs. Negocios oscuros
Según la propaganda oficial, la crisis en el Caribe no es una guerra contra el narco, sino una estrategia para hacerse con recursos energéticos y mineros. “Estados Unidos, según la propaganda, quiere un cambio violento de régimen para garantizar el robo de las riquezas venezolanas a través de un Gobierno títere”, añade Finco.
Este argumento hace aguas desde hace semanas, cuando el New York Times desveló que el propio Maduro le habría ofrecido a Trump que empresas estadounidenses administraran las riquezas petroleras, gasísticas y el oro a cambio de mantenerle en el Palacio de Miraflores.
La cúpula chavista insiste en que el Cártel de los Soles y la banda transnacional del Tren de Aragua son fakes estadounidenses, producidos por el “supremacismo” contra un “pueblo de santos”, un argumento que fracasó en su intento de sacar rédito político a la canonización de José Gregorio Hernández, el médico de los pobres.
El frente internacional y la fractura latinoamericana
“Maduro está concentrando sus esfuerzos en el frente internacional para apelar a la opinión pública estadounidense que considera que la política de presión de Trump es un error”, precisa el internacionalista César Báez. Este grupo argumenta que involucrar a Estados Unidos en Venezuela podría ir en contra de los intereses de Rusia y derivar en un conflicto global.
El Gobierno venezolano ha avanzado en la cooperación militar con Rusia tras solicitar ayuda. Dimitri Peskov, portavoz presidencial ruso, subrayó las “obligaciones contractuales” entre ambos países tras sus acuerdos estratégicos.
Obligaciones de otro tipo han empujado al presidente colombiano, Gustavo Petro, a apoyar a Maduro y extender la crisis hasta su país. Queda por ver el alcance de la propuesta del brasileño Lula da Silva, dispuesto a mediar entre ambos presidentes.
Represión interna: el traje de represor
La piel de cordero que Maduro exhibe de puertas afuera se convierte en un traje de represor sin escrúpulos en su país. En los últimos días, periodistas, activistas del partido de María Corina Machado y productores audiovisuales han caído en manos de las fuerzas policiales, que incluso no dudaron en arrancar de sus hogares a cuatro niños.
“El régimen busca instalar la idea de que Estados Unidos está sembrando el caos en un país que, según el relato oficial, estaba en estabilidad. Los vídeos difundidos por la Fuerza Armada sugieren una estrategia orientada a transformar parte de su capacidad militar en activos insurgentes, un guion para enfrentar el eventual ataque”, sentencia Báez.
Agencias
