NotMid 20/11/2025
MUNDO
El supuesto plan de paz de 28 puntos, gestado en reuniones privadas en Miami entre Steve Witkoff —enviado especial de Trump— y Kiril Dmitriev —responsable del fondo soberano ruso—, ha nacido prácticamente muerto.
La razón es simple: es inasumible para la víctima principal del conflicto. La filtración de su contenido a medios internacionales antes siquiera de ser presentado a Ucrania no solo ha dinamitado su viabilidad diplomática, sino que ha dejado al descubierto grietas profundas en el seno de la nueva Administración republicana.
El documento, descrito por analistas como una prolongación de las exigencias maximalistas del Kremlin donde Rusia no cede nada y lo gana casi todo, surge tras el colapso de la vía diplomática oficial. Este boceto es el resultado de un “plan B” activado tras el fiasco de la reunión prevista en Budapest entre Vladimir Putin y Donald Trump; un encuentro que fue fulminantemente anulado por el secretario de Estado, Marco Rubio, tras una llamada “decepcionante” con su homólogo ruso, Serguei Lavrov.
La defensa oficial y la realidad de las sanciones
A pesar de la controversia, la Casa Blanca intenta mantener el control de la narrativa. Karoline Leavitt, portavoz presidencial, aseguró este jueves que el texto “está en proceso de negociación y revisión”, confirmando el respaldo de Trump.
“Es un buen plan tanto para Rusia como para Ucrania, y creemos que debería ser aceptable para ambas partes”, subrayó Leavitt, desestimando las críticas sobre el sesgo pro-ruso del documento.
Paradójicamente, mientras se defiende este plan, la Administración afirma ver señales de éxito en sus sanciones recientes contra petroleras rusas (Lukoil y Rosneft), las primeras del segundo mandato de Trump, diseñadas para asfixiar el motor económico de la guerra de Putin.
Dmitriev y la “diplomacia de pasillo”
La aparición de Kiril Dmitriev en escena no es casual. El ruso viajó a EE.UU. para intentar reparar el daño causado por la intransigencia de Lavrov ante Rubio. El secretario de Estado, harto de nueve meses de dilaciones y adulaciones vacías por parte del Kremlin, había llegado a una conclusión clara tras la cita de Alaska: Moscú no tenía intención de moverse ni un milímetro. Rubio no solo canceló la cita de Budapest, sino que impuso sanciones y cortó el juego.
Dmitriev, buscando un interlocutor más receptivo tras ser ignorado por Rubio y despreciado por el secretario de Comercio, Scott Bessent (quien lo tildó de “simple propagandista”), encontró su salvavidas en Steve Witkoff. Witkoff, un promotor inmobiliario sin experiencia diplomática que ya había cometido el error de aceptar a una funcionaria del Kremlin como traductora “neutral”, le abrió las puertas.
Según Dmitriev (en declaraciones a Axios), tras tres días de reuniones en Miami nació el documento de los 28 puntos. Una filtración calculada que Moscú vende como un esfuerzo para “restablecer relaciones y atender la seguridad rusa”, mientras que, acto seguido, su Ministerio de Exteriores niega oficialmente que exista negociación alguna.
La táctica del desgaste y la guerra Rubio-Witkoff
Esta contradicción rusa (filtrar y negar) es una táctica de manual: desgastar a la Casa Blanca con un “embrión de plan” mientras se protege la relación personal con Trump. Y la estrategia ha funcionado al exponer la división interna en Washington.
Marco Rubio reaccionó al plan sin nombrarlo, lanzando un dardo velado:
“Lograr una paz duradera requerirá que ambas partes acepten concesiones difíciles pero necesarias (…) Estamos elaborando una lista de ideas serias y realistas”.
La referencia a “concesiones difíciles” y “seriedad” se interpreta en Washington como un mensaje directo a Witkoff, no a Putin. Fuentes cercanas confirman que la relación entre Rubio y Witkoff es inexistente. El jefe de la diplomacia estadounidense considera al enviado especial un amateur peligroso que parte de una premisa falsa: creer que todo el que se sienta a una mesa quiere realmente negociar.
Una lista de la compra rusa y contradicciones militares
El resultado es un texto que ignora a Ucrania y a Europa, pareciéndose más a una “lista de la compra” del Kremlin. La incoherencia de la política exterior actual es palpable:
- El plan prohibiría a Ucrania tener armamento occidental en el futuro.
- Simultáneamente, Trump aprueba ventas de armas a Kiev.
- El Comandante Supremo Aliado en Europa (Alexus Grynkewich) autoriza ataques con misiles ATACMS contra Rusia.
- Generales estadounidenses visitan Kiev para comprar drones ucranianos de última generación.
¿Cómo se puede pactar limitar la industria militar de un país al que, al mismo tiempo, pretendes comprarle su tecnología más avanzada?
El rechazo unánime de Kiev y Bruselas
La reacción internacional ha sido demoledora. Volodímir Zelenski, al enterarse del plan por la prensa, canceló “furioso” su reunión prevista con Witkoff en Ankara. Su postura sigue siendo la misma que expresó en el Despacho Oval: no entregará a Moscú territorios no conquistados militarmente.
Europa cierra filas con Kiev. Kaja Kallas, jefa de la diplomacia comunitaria, fue tajante: “Para cualquier plan tienen que estar Ucrania y Europa sentados a la mesa”.
El aislamiento del plan Witkoff es tal que incluso el general Keith Kellogg, enviado para Ucrania, se ha desmarcado y anunciado su salida de la Administración en enero. Queda la duda de si este proyecto es solo una quimera de Witkoff o si Trump, necesitado de una foto victoriosa para eclipsar el escándalo del caso Epstein, está dispuesto a aferrarse a un plan de paz que todos los expertos califican de inviable.
Agencias
