NotMid 16/12/2025
EDITORIAL
La aplastante victoria de José Antonio Kast en Chile no solo supone una enmienda a la totalidad de la izquierda gobernante en uno de los países más ricos de América Latina, sino que confirma el giro a la derecha que en la región han manifestado desde 2023 los ciudadanos de Argentina, Bolivia, Venezuela y Honduras. En una sociedad muy dividida y necesitada de seguridad y crecimiento económico, Kast, situado en la derecha dura, se ha beneficiado del voto de castigo a Gabriel Boric, quien prometió una transformación radical y fracasó rotundamente, lastrado por la parálisis política, la inflación y la inseguridad. El presidente electo afronta ahora estos retos con un mandato sólido tras su triunfo sobre la comunista Jeannette Jara, pero también consciente de que tendrá que apoyarse en otros partidos de la derecha para gobernar.
En este contexto, y tras distinguirse por su reiterada reivindicación de los logros económicos de la dictadura de Pinochet, Kast utilizó su discurso en la noche electoral para lanzar un mensaje distinto, huyendo de batallas más identitarias como el aborto, para centrar sus prioridades en «los problemas reales» de los chilenos: coste de la vida, inmigración y delincuencia. Un posicionamiento que, a priori, se acerca al pragmatismo de Giorgia Meloni y se aleja del iliberalismo de Viktor Orban.
En su intervención, Kast se proclamó presidente de todos los chilenos, reconoció a sus predecesores de centroizquierda, apeló al pluralismo político y evitó la retórica de soluciones mágicas propia del extremismo. Por el contrario, advirtió de que los resultados de su gestión tardarán y de que 2026 será «muy duro». La rebaja de expectativas prepara a la población para una batería de ajustes económicos que implicarán sacrificios. El tiempo dirá si estos se verán compensados por la renovada alianza de Chile con Donald Trump. EEUU ha ganado otro socio en su patio trasero, al que ha convertido en prioridad estratégica para frenar a China.
El nuevo presidente tiene la oportunidad de aplicar ese aparente giro pragmático y gobernar para todos los chilenos desde el respeto a la ley, tras una campaña de feroz polarización y promesas inquietantes, como la de deportar masivamente a los inmigrantes ilegales, muchos de ellos venezolanos que han huido de Nicolás Maduro. Ahondar en políticas radicales y sectarias solo erosiona la democracia y la convivencia.
