El problema es el liderazgo en la derecha. El PP quiere romper con Vox y a Vox no le importa romper con el PP, siempre que rompa el otro
NotMid 20/01/2023
OPINIÓN
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
No soy tan optimista como Bustos o Jiménez Torres sobre la crisis del PP y Vox, aunque comparta la tesis de Arcadi sobre un protocolo que se han inventado entre todos y que nunca existió. Ayer dijo Abascal que va a mantener su apoyo a Mañueco, que no es lo que Monasterio, Garriga y Espinosa de los Monteros han dicho estos últimos días. Pero la crisis no es episódica ni electoral. El problema de fondo es el del liderazgo en la derecha. Por eso el PP quiere romper con Vox y a Vox no le importa romper con el PP, siempre que rompa el otro. En ambos se han impuesto dos minorías: la del PP partidaria de pactar con el PSOE y gobernar con su abstención; y la de Vox, partidaria de que el PP gobierne lo que le permita el PSOE hasta que lo derribe, se hunda y Vox aparezca como partido mayoritario en la derecha. Esas dos minorías no representan a la base del partido y, menos aún, a la mayoría de los votantes, que comparten, pero son las que mandan.
Feijóo piensa que sólo puede gobernar él, y yerra. Abascal piensa que sin Vox, el PP no podrá gobernar y se hundirá como con Rajoy. Tal vez, con permiso de Ayuso. Yo sostengo que necesitamos a los dos partidos fuertes para echar a Sánchez y construir una alternativa, no una sucesión. Y creo que Abascal debería mirarse en el espejo de Rivera. En vez de aceptar un papel subalterno, Rivera, con 57 escaños, apostó por heredar la base del PP, y la base lo mató. Abascal, con 52 escaños, tampoco acepta ese papel, de ahí que en Madrid haya votado junto a comunistas y socialistas, contra de los Presupuestos de Ayuso y los de Almeida. Lo de Gallardo es sólo un chiste de Hazte Oír. Lo de Madrid, no.
Hay tres asuntos: las leyes de violencia de género, de Memoria y la lucha contra el separatismo, en los que Abascal es más fiable que Feijóo. Y Vox es necesario para asegurar una alternativa contra la herencia Sánchez-Pumpido, que precisa muchos escaños y un amplísimo respaldo moral en las urnas. Con su política de facción y antinacional PP y Vox desesperan a una base social que ha demostrado con UCD, CDS y, ahora, con Ciudadanos, que no perdona a los partidos inútiles contra la izquierda. Ni Rivera fue una excepción ni lo sería Abascal.