Salen a la luz más detalles de la operación de rescate que liberó a los colaboradores de María Corina Machado de la Embajada argentina en Caracas
NotMid 17/05/2025
IberoAmérica
La operación Guacamaya, uno de los capítulos épicos de la lucha democrática en Venezuela, no sólo permanece entre sombras cuando se cumplen dos semanas de la liberación y extracción de los cuatros colaboradores de María Corina Machado refugiados en la Embajada de Argentina en Caracas. La oleada de asaltos a las viviendas de sus protagonistas y de nuevas detenciones, incluidas las de defensores de derechos humanos, ha confirmado la rabia contenida del chavismo.
“El silencio de la noche se quebró y supe, con una certeza que estremecía mis huesos, que seríamos libres”, escribió en un artículo Omar González, ex diputado y dirigente de Vente Venezuela (VV), el partido de Machado. El también periodista permaneció durante más de 13 meses bajo asedio de agentes chavistas en la legación diplomática junto a Magalli Meda, mano derecha de Machado; Pedro Urruchurtu, secretario de asuntos internacionales de VV, y el experto electoral Humberto Villalobos.
El ex ministro Fernando Martínez Mottola abandonó el encierro en diciembre para morir semanas después en su casa, y Claudia Macero, jefa de Comunicación de VV, escapó meses antes en otra odisea todavía no contada.
“Cuando llegó el momento, todo se ejecutó con la precisión de un relámpago. En la madrugada, sin un solo rumor que delatara el movimiento, cumplimos las etapas previas hasta que rostros desconocidos pero fraternos nos guiaron hacia la libertad. No hubo disparos, no hubo caos. Sólo una sincronización perfecta, como si el tiempo mismo se hubiera detenido para concedernos un milagro“, resaltó en tono poético González, en un intento de no esclarecer las circunstancias que esconden las claves de la operación, en lo que parece un acuerdo con las autoridades de Estados Unidos.
Medios en Washington y en Colombia han adelantado que los cuatro rehenes salieron de la embajada en vehículos de los organismos de Seguridad, o al menos rotulados como tales. No lo hicieron por la puerta principal, coinciden. Y desde allí viajaron hasta la frontera con la Guajira colombiana, desde donde dieron el salto a Estados Unidos.
Los detalles dados hasta ahora asemejan a la operación Guacamaya a la relatada en la película Argo, la famosa odisea de diplomáticos estadounidenses en Irán. Incluso también con operación Jaque, que terminó con la libertad de la dirigente Ingrid Betancourt y de 15 secuestrados, retenidos durante años por la guerrilla de las FARC.
Las primeras palabras de Marco Rubio concluyeron que el operativo clandestino se había montado desde Estados Unidos. “No fue ningún tipo de negociación [como asegura el chavismo]. Fue una extracción, una operación muy precisa”, añadió el Departamento de Estado. Un plan que según el diario bonaerense Clarín ya se había abortado durante los carnavales y que hubiera sido imposible sin la compra de voluntades entre los agentes chavistas.
En un intento imposible por controlar el destrozo recibido, el ministro Diosdado Cabello apareció en televisión para convencer a casi nadie de que los acosados durante 412 días por el Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN) y la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) salieron tranquilamente por su pie y saludaron a los agentes gracias a los salvoconductos extendidos por su gobierno. Tanto Argentina y Brasil, las diplomacias que durante meses los solicitaron, desmintieron que fuera así.
En paralelo a los malabarismos televisivos de Cabello y con el líder chavista, Nicolás Maduro, convertido en uno de los invitados de Vladimir Putin en Moscú, los agentes chavistas pusieron en marcha una oleada de asaltos a viviendas de los protagonistas de la odisea. “Su brazo represor violenta nuestro hogar en Caracas”, advirtió Meda al instante.
Pese a saber que las acciones contra los liberados echaban por tierra la teoría de la negociación, las fuerzas chavistas extendieron sus tentáculos represivos en las horas siguientes. Una de las víctimas es Eduardo Torres, prestigioso activista del Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea), que lleva desaparecido toda la semana bajo acusaciones fantasmales.
En este momento permanecen en las mazmorras de Maduro 895 presos políticos, según el Foro Penal, de los 68 están en desaparición forzada. Nada se sabe de su paradero, como en el caso de Rafael Tudares, el yerno y padre de los nietos de Edmundo González, ganador de la contienda presidencial por goleada y reconocido como presidente electo por parte de la región.
Jesús Ángel Manrique y Juan Pablo Manrique, familiares de uno de los chóferes de María Corina, también cayeron en las redes de odio del chavismo. Trina Siverio, optometrista, también desapareció en el aeropuerto caraqueño de Maiquetía cuando se disponía a viajar a Bogotá.
“Estamos intentando entender el patrón de represión. Por ejemplo, en el caso de Eduardo Torres había bajado mucho su perfil. Y a pesar de eso, sufre represalias, en una historia delirante. Creo que estaba en una lista, que se ha reactivado como reacción a la operación Guacamaya“, explica Rafael Uzcátegui, director de Laboratorio de Paz y antiguo coordinador de Provea.
“Yo creo que el Gobierno no puede dejar de decir que hubo una negociación, sobre todo para erosionar el liderazgo de Machado, que la gente percibe como valiente y confrontador“, concluye Uzcátegui.
Agencias