La invasión de Ucrania afianza la alianza entre Rusia y Corea del Norte
NotMid 04/11/2022
ASIA
Sólo se han visto cara a cara una vez. Fue en abril de 2019, en la ciudad rusa de Vladivostok, cerca de la frontera con Corea del Norte. Kim Jong-un, vestido con gabardina y sombrero negro, arribó en un tren blindado y fue agasajado con honores militares por una comitiva de dirigentes rusos. Vladimir Putin recibió al norcoreano con un apretón de manos en el campus de la Universidad Federal del Lejano Oriente. Tan solo habían pasado dos meses de la famosa cumbre fallida en Hanoi entre Kim y el entonces presidente estadounidense, Donald Trump.
La reunión en Vladivostok duró un par de horas. Ambos líderes se dedicaron buenas palabras y se comprometieron a estrechar lazos como en el pasado. Cuando se estableció en 1948 la República Democrática Popular de Corea bajo el mando de Kim Il-sung, abuelo del actual Kim, Moscú fue el principal benefactor de Pyongyang. Pero tras la caída de la URSS, China, en plena ebullición económica, ocupó ese puesto.
Corea del Norte, que fue dando pasos agigantados hacia un hermetismo sin precedentes, se entregó totalmente a la dependencia de Pekín para conseguir alimentos, asistencia médica y combustible. Ahora, con la guerra en Ucrania, que ha dejado a Rusia aislada de Occidente y de potencias asiáticas como Corea del Sur y Japón, Moscú trata de arrimarse a viejos aliados como Pyongyang, que a su vez confía en que el Kremlin le eche una mano con soporte humanitario a cambio de su apoyo político.
Ayuda económica y caballos. Porque el miércoles, mientras Corea del Norte lanzaba una ráfaga de 23 misiles al mar, uno de ellos cayendo por primera vez en aguas territoriales de Corea del Sur, desde Rusia enviaban por tren a Pyongyang 30 caballos grises de pura raza rusos, cinco sementales y 25 yeguas. Son los Orlov Trotter, los favoritos de Kim y su tropa más fiel de la élite norcoreana. Putin ya regaló varios sementales en 2003 a Kim Jong-il, padre del actual dictador.
Más allá de la anécdota, la entrega ha marcado primer comercio ferroviario entre Rusia y Corea del Norte desde que Pyongyang cerrara sus fronteras en marzo de 2020 para aguantar la sacudida de la pandemia. Un hecho que simboliza las intenciones de aumentar la cooperación bilateral tras el respaldo continuado de Kim a la invasión lanzada por Putin en Ucrania. Un respaldo que, según señalan desde Washington, también podría ser armamentístico.
Esta semana, desde la Casa Blanca han asegurado que el gobierno de Corea del Norte estaría canalizando de forma encubierta proyectiles de artillería para ayudar a Rusia en su guerra en Ucrania, utilizando países de Oriente Próximo y del norte de África para enmascarar el movimiento de armas. “Los envíos incluyen miles de proyectiles”, dijo John Kirby, coordinador de comunicaciones estratégicas del Consejo de Seguridad Nacional. Similar acusación soltaron funcionarios estadounidenses en verano, alertando de que Rusia estaba comprando “millones de cohetes y proyectiles de artillería” de Corea del Norte para apoyar su invasión de Ucrania. Desde Pyongyang lo negaron.
Cuando comenzó el ataque ruso, Corea del Norte fue uno de los cuatro países -junto con Eritrea, Bielorrusia y Siria- que se opusieron a la resolución de la Asamblea General de la ONU que lo condenaba, mientras culpaba a Estados Unidos de ser el responsable de lo ocurrido en Ucrania. A principios de verano, el régimen reconoció como “estados independientes” a las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, respaldadas por el Kremlin.
“El pueblo ruso logró un gran éxito al llevar a cabo la justa causa de proteger su dignidad y la seguridad de su país, superando todo tipo de dificultades y problemas. El pueblo coreano les expresa todo su apoyo y aprobación“, escribió Kim Jong-un a Putin en una carta que le envió el pasado mes de junio.
Después de que la agencia rusa TASS desvelara el contenido de la misiva, el embajador ruso en Pyongyang, Alexander Matsegora, insinuó que los trabajadores norcoreanos podrían ayudar a reconstruir la infraestructura destruida en el Donbás. Durante años, Corea del Norte ha enviado a muchos de sus trabajadores a las vecinas Rusia y China, donde ganan divisas que luego envían a la necesitada Pyongyang. “Los trabajadores norcoreanos son altamente cualificados y listos para trabajar en las condiciones más difíciles”, remarcó Matsegora.
En agosto, hubo un nuevo intercambio de cartas entre Kim y Putin. El ruso le dijo al líder norcoreano que los dos países “ampliarán las relaciones bilaterales integrales y constructivas con esfuerzos comunes”. Kim respondió a Putin en otra carta elogiando la “cooperación, el apoyo y la solidaridad estratégica y táctica” de ambos países desde el final de la Segunda Guerra Mundial. “Desde entonces, nuestra amistad ha alcanzado un nuevo nivel en sus esfuerzos comunes para frustrar las amenazas y provocaciones de las fuerzas militares hostiles”, escribió el norcoreano.
Hubo una tercera carta del puño de Kim y que acabó en manos de Putin. Fue por el 70 cumpleaños del líder ruso. “Hoy, Rusia está defendiendo de manera confiable la dignidad del Estado y sus intereses fundamentales de los desafíos y amenazas de Estados Unidos y sus fuerzas vasallas. Le deseo (a Putin) felicidad con buena salud y gran éxito en su trabajo responsable por la prosperidad de Rusia”, escribió Kim, que entonces estaba ocupado supervisando las continuas rondas de lanzamientos misiles balísticos como respuesta a maniobras militares conjuntas de Corea del Sur, Japón y EEUU. Durante el transcurso de esas pruebas, hubo una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU, en la que Moscú -y también Pekín- ejercieron poder de veto a imponer nuevas sanciones sobre Pyongyang.
Anteriormente, algunos medios rusos han citado que Corea del Norte habría ofrecido a Rusia 100.000 soldados para luchar contra Ucrania. Una afirmación que nunca se llegó a confirmar y que salió de un programa de televisión ruso, donde un presentador y experto en defensa llamado Igor Korotchenko comenzó a especular sobre que toda la artillería almacenada por Pyongyang durante décadas podría ser una fuente de armamento muy útil para Putin.
“En términos de mano de obra, se estima que Kim tiene 1,3 millones de hombres bajo las armas. Con todos los norcoreanos sirviendo a los estandartes durante al menos 10 años, es probable que sus fuerzas estén bien entrenadas y lo suficientemente cohesionadas como para hacerse cargo de una sección completa del frente ucraniano”, dijo Korotchenko.
“A diferencia de China, que ha tomado posiciones oficialmente neutrales en la guerra en Ucrania, socavando las afirmaciones de que podría proporcionar equipos al ejército ruso, Corea del Norte se ha puesto firmemente del lado de Moscú. Por lo tanto, Pyongyang puede ser la única fuente de armas extranjeras disponible para Rusia además de Bielorrusia”, escribe en las páginas de la revista ‘The Diplomat’ el escritor estadounidense AB Abrams, autor de varias obras sobre Corea del Norte.
Otro análisis presenta 38 North, digital dedicado al análisis sobre Corea del Norte: “Si bien Corea del Norte se está inclinando hacia Rusia ahora, es posible que no pueda confiar en Moscú en el futuro debido a las incertidumbres sobre cómo terminará esta guerra y cómo Rusia podrá capear las consecuencias de la guerra. Si el conflicto continúa debilitando el liderazgo interno de Rusia y Putin debido a la presión y las sanciones internacionales, es poco probable que Corea del Norte permanezca del lado de Moscú en sus dificultades”.
El planteamiento lanzado inicialmente por el ruso Korotchenko de que Pyongyang podría dar soporte militar a Moscú, no lo comparten muchos analistas internacionales, que ven cómo Kim Jong-un ha pasado un año bastante ocupado con sus juegos de guerra en la región. Corea del Norte ha recuperado el trono de gran agitador con un bombardeo récord de pruebas de misiles en aguas próximas a Corea del Sur y Japón. Nunca había lanzado tantos proyectiles. Al igual que ninguno de ellos había caído antes en aguas surcoreanas como ocurrió el miércoles. Y, según avisan desde Seúl y Washington, aún queda el plato fuerte: una prueba nuclear.
Lucas de La Cal