La actitud del Estado contrasta intensamente con la de Serra, último miembro vivo de una familia comprometida con el terrorismo
NotMid 20/05/2025
OPINIÓN
ARCADI ESPADA
Unos funcionarios del Estado español, encabezados por la fiscal Dolores Delgado, han abierto una investigación penal por las torturas que otros funcionarios del mismo Estado practicaron, supuestamente, sobre Blanca Serra y Puig y su hermana Eva, entre los años 1977 y 1982. Eva murió, pero Blanca declaró ayer en la Fiscalía barcelonesa. No conozco el contenido de lo que declaró Serra, pero ha dado algunos detalles en los periódicos: la abofetearon, le golpearon la planta de los pies y la obligaron a desnudarse. La iniciativa del Estado, materializada en la creación de la unidad de Derechos Humanos y Memoria Democrática, dependiente de la Fiscalía General del Estado, es la propia de una institución que se tiene respeto a sí misma y que sospechando de la integridad moral y profesional de algunos de sus servidores se decide a investigarlos, por años que hayan pasado.
La actitud del Estado contrasta intensamente con la de Serra, último miembro vivo de una familia comprometida con el terrorismo. El hermano varón, Josep de Calassanç, también ya muerto, fue uno de los fundadores de Terra Lliure. Y uno de los enlaces del terrorismo catalán con Eta. El llamado Cala colaboró activamente en las idas y venidas de miembros de Eta por los pasos montañosos y logró de Eta armas y adiestramiento para usarlas en algunos rápidos cursillos de cuatro días en el sur de Francia. Sin embargo, no parece que el compromiso de los etarras fuera mucho más allá. Hace un año Blanca se lamentaba en el digital Vilaweb de que esa ayuda no hubiera sido suficiente como para organizar una Eta catalana. Y se lamentaba también por Hipercor. Como debe hacerlo siempre una terrorista catalana. «Jamás en la vida se lo perdonaré. Porque sé lo que había antes, y lo que había antes es que Cataluña no se toca». Un estricto lamento, no por las víctimas, sino por la nacionalidad de las víctimas. Ni siquiera por los catalanes, sino por Cataluña.
La octogenaria Serra, recibida ayer por la prensa con el habitual empacho glotón de inmunodeficiencia, pereza e ignorancia, tiene una oportunidad excelente de elevar su perturbada dignidad a la altura del Estado y de rechazar los asesinatos, las torturas y el resto de crímenes del terrorismo nacionalista. La contribución que hizo a su ejecución y la que sigue hoy haciendo a su justificación. Para que, como es norma en los últimos 300 años, el Estado de España no salga otra vez victorioso.