“China no construyó el Canal de Panamá, China no lo opera y China no lo utilizará como arma”, dice el secretario de Estado de Defensa de EEUU, Peter Hegseth, en su visita a Panamá.
NotMid 09/04/2025
USA en español
Primero Marco Rubio, secretario de Estado, y ahora Peter Hegseth, secretario de Defensa. Dos pesos pesados del gobierno de Washington han visitado Panamá en apenas dos meses, para dejar constancia de cuál es una de las grandes obsesiones americanas de Donald Trump.
“Quiero ser muy claro: China no construyó el Canal de Panamá, China no lo opera y China no lo utilizará como arma. EEUU no permitirá que China ponga en peligro la operación del canal. Con Panamá a la cabeza, mantendremos el canal seguro y disponible para todas las naciones”, enfatizó Hegseth tras su reunión con el presidente panameño, José Raúl Mulino, a la que llegó tras exhibir un excelente estado físico con varios militares del cuerpo de operaciones especiales de EEUU.
Al menos hasta enero, Panamá fungía como principal aliado de EEUU en la región, algo que cambió hacia rumbo desconocido con el regreso de Trump a la Casa Blanca, en su empeño por recuperar, eso es lo que dice, el control sobre el Canal de Panamá al precio que sea. El favorito centroamericano ahora es el salvadoreño Nayib Bukele, que firmó un acuerdo con Washington para recibir en su megacárcel del Centro de Confinamiento para el Terrorismo (CECOT) a supuestos terroristas del venezolano Tren de Aragua y de la mara salvadoreña de los Salvatruchas.
“El arduo trabajo de usted y de su país está marcando la diferencia. Una mayor cooperación en seguridad hará que nuestras naciones sean más seguras, fuertes y prósperas”, felicitó Hegseth a Mulino tras su reunión. EEUU y Panamá ya ha acordado el envío de varios buques militares al Canal, a sabiendas de que el gobierno panameño aceptaría ejercicios militares en su territorio, pero que le sería difícil persuadir a su sociedad de la presencia de una base militar fija, dado el clima nacionalista que ha provocado la embestida de Trump contra su país.
“Trabajando de la mano para garantizar la seguridad de nuestra nación y de toda la región”, destacó la Presidencia panameña, sobre todo en los avances en la lucha contra el crimen organizado y el manejo de la emigración.
Si algo ha dejado claro la visita de Hegseth, tras dos décadas sin que ninguno de sus antecesores viajara a Panamá pese a los lazos militares que unen a los dos países tras la invasión de 1989, que liberó a los panameños del dictador Manuel Noriega, es el pulso geoestratégico que mantienen EEUU y China en torno al Canal de Panamá.
Un pulso soterrado en el que no pasó desapercibido el viaje a mediados de marzo de una delegación de alto nivel del Partido Comunista de China (PCCh), encabezada por Ma Hui, subjefe del Departamento Internacional del Comité Central del PCCh, que eludió encontrarse con Mulino y sus ministros, y que prefirió seducir a políticos de la oposición y a agentes sociales.
Una de las primeras decisiones de Mulino para contentar a Washington fue la suspensión del acuerdo de la Ruta de la Seda, iniciativa estrella para el gobierno chino, que en Beijing cayó como una ofensa política. También se adelantó que el consorcio chino de Panama Ports Global abandonara la administración de los puertos de Balboa y Cortés, en el Caribe y en el Pacífico, una decisión que se combate en los tribunales.
Las joyas de la corona
“Estamos en presencia de un conflicto geopolítico de dos poderes hegemónicos que se disputan Panamá. En la América hispana había dos joyas de la corona para EEUU, Venezuela por el petróleo y Panamá por el Canal. Qué mejor para los chinos que meterle el dedo en el ojo que creando un problema en Panamá y empujando a los americanos para que fuercen la correlación de fuerzas alcanzada en el Canal tras los acuerdos Torrijos/Carter”, desentraña para EL MUNDO el analista Carlos Raúl Moreno, antiguo subadministrador de la Autoridad Marítima de Panamá y buen conocedor de las negociaciones entre ambos gobiernos.
La realidad es que Washington ya ha avanzado en uno de los objetivos públicos que perseguía en Panamá, el cambio de titularidad en los puertos de Balboa y Cortés, que pasaría a manos estadounidenses. Y no sólo eso: la Contraloría panameña ha certificado corruptelas en su gestión y elevado su dedo acusador no sólo contra los directivos de la compañía, también contra los funcionarios de la Autoridad Marítima de Panamá.
El contralor Anel Flores calcula que Panamá Ports adeuda 300 millones de dólares a Panamá por incumplimiento de contrato. Pero fue mucho más allá, porque considera que de lo acordado en 1997 con el consorcio chino hasta la actualidad se redujo considerablemente por los malos manejos políticos. “Si hubiésemos cumplido con el primer contrato a cabalidad, Panamá debió haber recibido 1.337 millones de dólares y sólo recibimos 483, pero no es culpa de la compañía. Es culpa de malos panameños que negociaron muy mal”, insistió Flores.
“EEUU no va a invadir Panamá, pero debajo de la superficie hay múltiples presiones. Y nosotros en medio entre los dos monstruos hegemónicos, como el jamón en el sándwich. Eso sí, China se está moviendo de una forma mucho más sutil”, certifica Moreno.
El presidente Mulino enfrenta en las últimas semanas el aumento de la temperatura social y política en el país, con las protestas que encabezan sectores sindicales, a los que se han unido los profesores con una huelga indefinida. Colectivos indígenas amenazan con sumarse a las manifestaciones.
Agencias