NotMid 22/08/2023
OPINIÓN
ORFEO SUAREZ
El beso de Rubiales ha generado un ‘efecto mariposa’ devastador sobre una conquista deportiva que podríamos haber convertido en la mejor campaña de imagen de nuestro país. Ahora está manchada, y la responsabilidad es de quien también la tiene en este grandísimo éxito, al resistir frente a un motín mal planeado y peor explicado, reforzar al seleccionador y propiciar un pacto de boca cerrada que ha alumbrado a un equipo campeón. Rubiales fijó la autoridad de una institución a la que, una vez en el podio, no ha sabido representar.
El lenguaje genital mostrado en el palco del estadio de Sídney, al echarse la mano a sus partes, no es el que merecen quienes se sienten parte del fútbol español, por mucho que todos llevemos un primate dentro, ya que Rubiales los representa a todos. Esto no es como hacerse un Simeone. De eso que le pregunten a los atléticos. El inapropiado beso a Jenni Hermoso, después, es parte de lo mismo, el beso del macho alfa. Considerar el gesto como una vejación o agresión, como dijo Yolanda Díaz, puede parecer excesivo, dado el contexto, pero la realidad es que fue el beso robado de quien está en posición de dominio, de quien ostenta el poder, y eso tiene peligrosas lecturas para un dirigente. Un presidente no da ‘picos’. Si la euforia es su excusa, habría que preguntarle por qué no se lo dio a Unai Simón tras parar los penaltis en la Liga de Naciones.
El problema de Rubiales no es sólo este beso robado. Es que, metafóricamente, ha besado muchas veces, al ser objeto de controversias y polémicas, como la decisión de llevar la Supercopa Arabia, uno de los países del mundo en los que la mujer goza de menos derechos, con las comisiones de Piqué de por medio, o la invitación a unas señoritas a unas jornadas de trabajo de parte del ‘staff’ de la Federación, en un lujoso chalet de Salobreña. El dinero de Arabia ha servido para llevar más recursos al fútbol femenino español, seguro, pero pensar en la mujer es pensar en todas, no sólo en las españolas, aunque parezca inoportuno decirlo con el viento de cola del Mundial.
Mientras la España de Aitana y Salma daba ante el mundo un paso más hacia la cima de la civilización, entendida como ese espacio de plenitud de derechos, con el fútbol como herramienta, el lenguaje genital de su presidente la devolvía a la caverna. No es casual que las tres semifinalistas, además de España, fueran Inglaterra, Australia y Suecia, países con mayor empoderamiento de la mujer. Por eso el Gobierno feminista reaccionan airado, mientras algunos se preguntan, incluso dentro, por qué no actúa. Esa pregunta, en la ventanilla adecuada.