NotMid 17/07/2025
OPINIÓN
Laureano Márquez P
Leo la noticia y lo primero que la vista detecta de pasado es «consolidación de ladrones». «Nos fregamos», me dije, ahora con los ladrones consolidados, qué le queda a la gente decente. Pero no, la cosa es más trascendente. Se trata de una noticia registrada en todos los medios importantes del planeta nuestro, sí, este planeta, que debe ser –como dicen que dijo Bismarck de España– el planeta más poderoso del universo, porque lleva siglos queriendo destruirse a sí mismo y no lo consigue.
La noticia tiene que ver con el misterio de nuestro origen. Todo lo que lo rodea es tan increíblemente improbable que no podemos creer que estemos aquí, cuando tendríamos que estar en el no ser absoluto. ¿Por qué existimos?, es la gran pregunta. Y más allá: ¿por qué existe un ser que es capaz de entender que existe y tratar de razonar sobre su lugar en el vasto universo? Cuando uno empieza a atar las infinitas «casualidades» que configuran nuestra existencia, se llega a un punto en que las palabras no son suficientes y solo nos queda el asombro ante esa confluencia de la que hablaba Kant entre el infinito exterior y el de nuestra propia alma.
El Gran Colisionador de Hadrones es un túnel larguísimo que está en la frontera entre Suiza y Francia. Tiene casi 30 kilómetros de longitud, está forrado de hormigón y los físicos lo usan para poner partículas a colisionar. El asunto es muy complicado para que lo pueda explicar a alguien que se fue por humanidades porque siempre lo rasparon en física, ante su incapacidad de comprender por qué en vez de amasada en un mesón, la masa tenía que ser acelerada en el tiempo y el espacio. El asunto es que con los experimentos que allí hacen un grupo de candidatos al Nobel, intentan explicar el origen de este universo por el que transitamos. La investigación la hace el Consejo Europeo para la Investigación Nuclear (CERN) cuya misión es estudiar las partículas que conforman el universo y las fuerzas que las gobernantes.
Al parecer, al comienzo de todo, en el momento del «big bang», hubo una colisión entre materia y antimateria –revela el descubrimiento del CERN–, en el choque, ambas tendrían que haberse aniquilado, dejando como resultado una nada «nadísima». Pero no fue así, parece que la materia ganó por unos miligramos a la antimateria ya desde allí todo lo que somos, lo que sabemos y lo que desconocemos. Este reciente descubrimiento había sido formulado muchos siglos antes de una manera, sin duda menos rigurosa desde el punto de vista científico, pero más poéticamente comprensible:
«En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
3 Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.
4 Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas»
Las explicaciones sobre nuestro origen serán siempre incompletas y es allí donde tiene cabida el misterio. A los seres humanos nos sucede como aquella conocida anécdota de San Agustín, quién pasó largos días con sus noches meditando ardientemente en la comprensión del misterio de la Santísima Trinidad. Paseando por la playa una mañana, se topó con un niño que con una concha marina recogía agua del mar y la vertía en un hueco hecho en la arena. San Agustín le preguntó: «¿qué haces aquí muchacho?». El niño respondió que quería meter toda el agua del mar en el agujero. Como San Agustín le advirtió que tal cosa era imposible, el niño respondió: «Antes sucederá que yo traslade toda el agua del mar a este agujero, que tú consigas penetrar con tu mente el misterio de la Santísima Trinidad».
¿Llegaremos algún día a la comprensión científica de Dios? ¿Es posible para nuestra mente alcanzar aquel punto en el que las explicaciones de la física del universo no encuentran una justificación precedente? Tal vez no encontramos nunca las respuestas, pero de lo que no queda la menor duda es de que cada existencia humana es una creación original, única e irrepetible, y que frente a la inmensidad del universo es un milagro que estemos hoy aquí, un milagro que solo puede tener una explicación última, es decir primera: el infinito amor de Dios.