Sospechábamos que el fútbol se había constituido en algo así como un Estado dentro del Estado, pero no imaginábamos que se iba a volver contra él
NotMid 28/08/2023
OPINIÓN
JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA
Llegan noticias del Reino de España de que un señor feudal se ha sublevado. Al parecer, se niega a reconocer la autoridad del Estado, respetar sus instituciones y cumplir con sus normas. Cuentan que el señor se ha hecho con el control de una importante y lucrativa concesión del Estado: el «balonpié» o, como dicen los comunes, «fútbol», que vuelve loca a la gente, pero ricos a sus dirigentes, que además pueden representar al Estado en el interior y en el exterior, utilizar su bandera con fines comerciales y codearse con la Corona, el Gobierno y los demás estamentos del Reino.
Dicen que el señor se ha rodeado de fieles, la mayoría varones, cuya lealtad se ha garantizado a cambio de bienes y prebendas y que bajo su mandato la institución se ha convertido en una canonjía personal. Hasta ahora, sea por la dejadez, complicidad o temor de quienes tenían que controlarlo, el señor ha salido indemne de los numerosos escándalos que le han salpicado. Pero en los últimos tiempos, sus excesos (sobre todo, los genitales y sexuales), han generado suma incomodidad en el Reino, incluyendo un grave daño a su imagen internacional, lo que ha llevado a sus autoridades a invitarle a dejar su cargo. Lejos de arredrarse, el señor se ha hecho fuerte en su castillo, sumando al Reino en el desconcierto al darse cuenta de cuán lejos han ido las cosas, de qué pocos instrumentos dispone para actuar contra él y cuánto daño puede hacer en su salida.
Cuando Daniel Gascón acuñó la expresión «golpe posmoderno» para describir los acontecimientos vividos en Cataluña en el otoño de 2017, seguramente no imaginaba que tan acertada expresión iba a cumplir perfectamente con la observación marxista de que la historia, cuando se repite, no lo hace imitando la tragedia original, sino como farsa. Sospechábamos que el fútbol se había constituido en algo así como un Estado dentro del Estado, pero no imaginábamos que se iba a volver contra él. Por fortuna, en los estados posmodernos todo es posmoderno: en lares premodernos, como en la Rusia de Putin, las rebeliones derivadas de intentar arrebatar una canonjía a un señor feudal se sofocan de forma bastante más cruenta. Si Prigozhin lo hubiera sabido, habría mandado a Wagner a la porra y se habría venido a España a presidir la Federación Española de Fútbol: ¡ahora ya es demasiado tarde Evgeny!