NotMid 23/12/2025
OPINIÓN
Es importante entender que las elecciones extremeñas le han salido a Pedro exactamente como él quería. El plan de momento va como la seda: el PSOE sale más mutilado de cada cita electoral, pero Vox sigue creciendo. Y eso es lo único que importa. Hay que imaginarse al presidente en la salita de cine de Moncloa este domingo por la tarde, siguiendo el escrutinio con un bol de cortezas, camiseta verde y boina de cazador, dando rienda suelta a su pasión privada por Abascal:
-¡Otro escaño! ¡Vamos, Santi!
-Pero jefe, ¿Santi no estaba fuera del partido?
-No me refiero a Cerdán, imbécil. Me refiero a Abascal. ¡Nuestro Santi!
Es importante entender que Pedro no experimenta pena ninguna ante la progresiva mengua del partido. El PSOE ha sido la peana de su ambición, pero nunca compartió esa lerda mística de barrio que alimenta los «complejos de pobres», según acertó a sintetizar por WhatsApp su sabio compadre Ábalos. Con cada debacle electoral el forajido del Peugeot paladea la dulzura de la revancha: cada vez que habla Page revive aquel octubre de hace nueve años en que acabó huyendo de madrugada por el garaje, humillado por esos que ahora, tantos años después, pretenden urdir un motín con coartada feminista. La prueba de que la venganza que juró entonces no ha terminado es el nombramiento ayer de Milagros Tolón como nueva ministra de Educación por el único motivo de que está enfrentada con el último verdugo de aquel comité federal que queda vivo. Pedro prefiere perder antes que ver ganar a un socialista que no le deba el puesto. Si el precio de esa incesante purga es la autofagia, la consunción del PSOE, que así sea.
Por eso sabemos que no adelantará las elecciones. Aguantará hasta 2027, y solo emergerá del búnker para encabronar a la derecha sociológica con alguna ocurrencia cainita que polarice aún más a la sociedad. Necesita echar leña en la hoguera de la guerra civil-cultural para alimentar la rabia discursiva de Vox y retratar por contraste a Feijóo como un pusilánime. Necesita que el PP se quede como está, incluso que baje a los 130 mientras Vox se dispara a los 70. Sabe que entre ambos sumarán 200 escaños, pero aferrándose al poder quizá logre alterar la correlación de fuerzas en favor de Vox. Con ese dragón en La Moncloa, acaricia un retorno épico como paladín del antifascismo. Y tiene lógica: quién mejor que el gran fabricante de voxeros puede saber cómo vencerlos.
