NotMid 18/12/2025
EDITORIAL
Nicolás Maduro parece haber jugado en posición adelantada. Convencido de que Donald Trump lo convertiría en el protagonista de su discurso, lanzó un extraño y desesperado SOS anticipado dirigido a los militares colombianos. Sin embargo, Trump lo dejó —a él y a varios analistas— con los crespos hechos. El silencio de Washington fue, quizás, el ruido más ensordecedor de la noche.
Por ahora, la realidad se resume en la sentencia de Politico: “La Casa Blanca ya está imaginando un futuro para Venezuela posterior a Maduro”.
El absurdo de la “unión bolivariana”
Hay que estar sumido en una desesperación profunda para pedirle auxilio a las Fuerzas Militares de Colombia. Esos mismos soldados son quienes caen bajo las balas del ELN; un grupo guerrillero que, tras masacrar uniformados en la frontera, cruza a territorio venezolano para refugiarse en los santuarios que el madurismo les ha cedido como “panitas” de armas.
Es una desconexión total de la realidad. Apenas ayer, su supuesto aliado ideológico, Gustavo Petro, lo calificó de dictador. Hace menos de una semana, le exigía democracia, nuevas elecciones y una transición. ¿Realmente cree Maduro que esos militares colombianos se enfrentarán a Estados Unidos para salvar su permanencia en el poder?
La soledad del Palacio
El dictador intenta llenar horas de pantalla, aturdiendo a una población agotada. Pero en la política de alto nivel, mostrarse desubicado es un pecado mortal. Si su intención era proyectar fuerza, el efecto ha sido el contrario: ha proyectado orfandad.
Incluso el mensaje interno es devastador. A pesar de la retórica de Vladimir Padrino López, las cosas no deben marchar precisamente bien en la FANB si el “Comandante en Jefe” tiene que mendigar protección en el vecindario. “No me ayudes, compai”, le diría Padrino a Nicolás por Signal, mientras intenta mantener la cohesión de una tropa que ve cómo su jefe busca escoltas fuera de casa.
El silencio de Moscú
La pregunta final cae por su propio peso: si Maduro se siente bajo amenaza inminente, ¿por qué no le exige a su “hermano” Putin el envío de esas brigadas experimentadas de Moscú? La respuesta es el silencio. Un silencio poblado de grillos que confirma lo que ya todos sospechan: en el tablero geopolítico, Maduro se está quedando solo con sus micrófonos y sus fantasías.
