Un gobierno del PP investido por Vox constituiría una oportunidad irrepetible para la agitación social: cualquier iniciativa gubernamental sería considerada «ultra»
NotMid 14/09/2025
OPINIÓN
MANUEL ARIAS MALDONADO
Hoy concluye una Vuelta a España marcada por el activismo propalestino, que ha provocado la interrupción de varias etapas y creado situaciones de auténtico peligro para los ciclistas. Ya saben que la dirección de la carrera sugirió que la retirada del equipo israelí era la única manera de acabar con las protestas: toda una victoria para quienes recurren a cualquier medio con tal de colocar su mensaje, entre ellos esa izquierda abertzale que ha tenido especial protagonismo en las etapas celebradas en el País Vasco. Pero me interesa menos la variable internacional del asunto -las razones y sinrazones del endiablado conflicto palestino-israelí en su deprimente fase actual- que su lectura en clave doméstica. Porque la facilidad con la que se echan a la calle quienes se creen situados en el lado correcto de la historia presagia otro ciclo político fallido para la democracia española.
Se trata de una hipótesis bien sencilla: pongamos que aciertan las encuestas y el centroderecha no solo vuelve a ganar las elecciones, sino que suma mayoría absoluta con Vox. ¿Qué sucedería? Hay alguna voz en la izquierda pidiendo a los socialistas que, llegado el caso, faciliten la investidura de Feijóo; lo ha planteado Ignacio Sánchez-Cuenca en El País. Es un poco tarde: el entendimiento entre socialistas y populares tendría que haber empezado con el segundo Rajoy, cuando Sánchez soltó su célebre «no es no» y colocó los primeros ladrillos de su incongruente muro antifascista. Ya veremos, claro; nunca se sabe. Pero hoy se antoja implausible que el PSOE de Sánchez -confederal y populista- pudiera hacer semejante ejercicio de responsabilidad: el ministro Bolaños ya ha dicho que en las urnas elegiremos entre «socialdemocracia o barbarie». Ahí es nada.
No en vano, un gobierno del PP investido por Vox constituiría una oportunidad irrepetible para la agitación social. O sea: cualquier iniciativa gubernamental sería considerada «ultra», los nacionalismos relanzarían su agenda secesionista, los sindicatos por fin se movilizarían. ¡Incluso los jóvenes saldrían en masa a pedir viviendas baratas o mejores salarios! Nos afrancesaríamos de golpe: la calle contra el gobierno. Esto es, al menos, lo que cabe esperar; recordemos la oposición de Zapatero contra Aznar. La tesis subyacente es que ni siquiera ganando las elecciones con claridad deben tener los conservadores la posibilidad de gobernar: cénit del partidismo negativo. Y aun piden algunos que Feijóo tenga un proyecto de país…