NotMid 01/11/2025
EDITORIAL
La salvaje agresión grupal a un periodista del diario El Español visiblemente acreditado por parte de independentistas radicales en Pamplona es un acto de violencia política inadmisible en democracia, y que supone además un salto cualitativo de extraordinaria gravedad en la trayectoria reciente de los colectivos juveniles nacidos de la izquierda abertzale. Atacar a un periodista no es solo atacar a un ciudadano, sino a lo que su profesión representa: la libertad de información.
Tras la declarada batalla «antifascista», en este caso de boicot a la presencia del activista de derecha radical Vito Quiles en la Universidad de Navarra, late la misma pulsión totalitaria que, precisamente en el País Vasco y Navarra, se tradujo en 853 asesinatos durante casi medio siglo.
Lo sucedido es muy preocupante. Unos 300 jóvenes encapuchados y vestidos de negro se enfrentaron a la Policía Nacional durante dos horas. Un grupo se dirigió de forma premeditada al periodista José Ismael Martínez, que sólo estaba grabándolos con su móvil, para propinarle una paliza infame. Los convocantes eran organizaciones disidentes de Sortu como GKS y Jardun, y también las juventudes del partido (Ernai). Como en los graves disturbios del Día de la Hispanidad en Vitoria, actuaron con técnicas bien estudiadas de guerrilla urbana, perfectamente comparables con la antigua kale borroka.
La radicalización de estos jóvenes es una realidad innegable ante la que las instituciones están cerrando los ojos. Las posiciones equidistantes, además de ser inmorales, solo multiplicarán el problema. Lo sabemos porque ya lo hemos vivido.
