El presidente agita de forma oportunista la matanza de Netanyahu como arma de cohesión interna y proyección externa
NotMid 16/09/2025
EDITORIAL
Pedro Sánchez ha convertido la crítica a la indefendible matanza de Israel sobre Gaza en la forma de recuperar la iniciativa política del Gobierno, monopolizando la conversación pública en torno a un marco binario: o se denuncia a Benjamin Netanyahu como genocida y se respalda el boicot con graves episodios violentos a la Vuelta a España, o se es cómplice de las matanzas de inocentes que está llevando a cabo Israel. El presidente del Gobierno está explotando el grave conflicto en Oriente Medio con un oportunismo indisimulado con el fin no solo de cohesionar emocionalmente a la izquierda en España, sino de desviar el foco público sobre los escándalos vinculados a su familia y a sus dos mayores hombres de confianza en el PSOE. Sin embargo, la estrategia de polarización pura no solo opera hacia dentro del país sino también hacia fuera.
Al reclamar la expulsión de los equipos israelíes de las competiciones deportivas internacionales, como ayer hizo ante los parlamentarios socialistas, Sánchez insiste en presentarse como el líder global de la marginación de Israel en un momento en que la presencia de España en los grandes foros de decisión, y en concreto en lo que respecta a la defensa europea frente a Rusia, es prácticamente nula.
Al animar a sabotear el final de la Vuelta España en Madrid, el Gobierno ha entrado en una senda peligrosa. Los cargos institucionales encargados de garantizar el orden público justifican su quebranto y abren la puerta a la arbitrariedad, empezando por el delegado del Ejecutivo en Madrid, Francisco Martín Aguirre, cuyo elogio a la suspensión de la Vuelta solo puede tildarse de surrealista. Toda protesta puede ser legítima; el recurso a la violencia nunca lo es.
Es cierto que el discurso del Gobierno sintoniza con el sentir mayoritario de la sociedad española, claramente contraria al asesinato indiscriminado y diario de palestinos en Gaza por parte del Ejecutivo de Netanyahu. Las razones que subyacen a la campaña emprendida por Sánchez y sus ministros son, por tanto, reales. Sin embargo, de los gobernantes ha de esperarse un comportamiento institucional y no uno que alimente el sabotaje de eventos públicos mediante simplismos que, como en este caso, pueden poner en el punto de mira a cualquier persona u organización por el mero hecho de ser israelí, precisamente en un momento en el que las agresiones antisemitas están aumentando en los países occidentales. Como explicamos hoy, los antidisturbios recibieron la orden de «no usar la fuerza» ante unas protestas de las que existían precedentes y en las que la Policía identificó a nueve condenados por kale borroka y a varios condenados por yihadismo.
Los discursos de señalamiento al diferente, muy invocados por el Gobierno, no operan en un solo sentido. Por desgracia, ante las graves conculcaciones de derechos humanos, el presidente aplica una doble vara de medir en función de la comunidad ideológica al que pertenezca el mandatario, o en función de sus intereses compartidos. ConVenezuela o Arabia Saudí sus palabras son suaves o inexistentes; con Israel -y con EEUU-, gruesas. La posición exterior de un país debería estar por encima de un oportunismo tan obsceno.
