El líder chino intensifica sus acciones para consolidar su posición histórica, enfrentando desafíos internos y externos mientras busca la unificación con Taiwán y enfrenta presiones demográficas y tecnológicas
NotMid 14/09/2025
ASIA
El reciente desfile militar chino no fue solo una demostración de fuerza, sino una clara señal de la urgencia del líder Xi Jinping por consolidar su lugar en la historia. A sus 72 años, Xi se ve en una carrera contra el tiempo, con un objetivo supremo: la unificación con Taiwán. Para él, lograr este hito no solo completaría el trabajo de su predecesor, Mao Zedong, quien unificó el país pero lo dejó empobrecido, sino que también lo elevaría al estatus del líder más grande de la China moderna.

Presiones internas y externas
La prisa de Xi se entiende por las dinámicas de poder tanto internas como externas. Dentro del Partido Comunista Chino, la lealtad es transaccional y la caída de rivales, como la de Bo Xilai en 2012, demuestra que el poder debe ser implacable para sobrevivir. Xi ha logrado consolidar su control, pero la necesidad de mantener el impulso sigue siendo su motor.
En el ámbito exterior, el panorama estratégico está cambiando. Durante años, China tuvo una ventaja en áreas clave como los misiles hipersónicos, la construcción naval y la producción industrial. Sin embargo, Estados Unidos está cerrando rápidamente la brecha. El Pentágono ha solicitado miles de millones de dólares para programas de misiles hipersónicos y la Marina estadounidense está adaptando sus buques para lanzar este tipo de proyectiles.
Además, aunque China domina la construcción naval comercial, EE. UU. y sus aliados (Japón y Corea del Sur) están invirtiendo fuertemente para revitalizar sus propias capacidades.

El peso de la demografía y el dinamismo estadounidense
Otro factor que acelera el reloj de Xi es la demografía. La población de China está envejeciendo rápidamente, con una reducción en la fuerza laboral y una creciente carga para los sistemas sociales. Este descenso demográfico comprime los plazos para que Xi asegure sus ganancias estratégicas antes de que las presiones internas se vuelvan insostenibles.
Frente a este escenario, el sistema económico de Estados Unidos presenta una ventaja competitiva. El capitalismo estadounidense, con su capacidad de “destrucción creativa”, fomenta la innovación y la adaptación. Este dinamismo, impulsado por el capital de riesgo y una tolerancia al fracaso, permite a EE. UU. reestructurar industrias y absorber impactos más rápidamente que un sistema centralizado como el chino.
En conclusión, la prisa de Xi por lograr la unificación de Taiwán revela no solo su ambición histórica, sino también el reconocimiento de que las ventajas de China se están erosionando. Un intento forzado de tomar Taiwán sería la apuesta más peligrosa de su mandato, ya que una derrota podría socavar su autoridad y la narrativa de inevitabilidad que sustenta el poder del partido. Como el estratega Sun Tzu enseñó, la victoria sin luchar es la mejor, pero para Xi, el tiempo ya no está de su lado para esperar.
 
									 
					
