La Casa Blanca recrudece el asedio al presidente de la Reserva Federal para que baje tipos y dimita inmediatamente mientras baraja nombres del círculo cercano al presidente para sustituirlo
NotMid 12/07/2025
USA en español
Desde su regreso a la Casa Blanca el 20 de enero, Donald Trump ha redoblado su ofensiva contra Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal (Fed). Lejos de la mesura, el presidente de Estados Unidos ha multiplicado las críticas y los insultos contra el hombre que él mismo nominó en su primer mandato, acusándolo de “no enterarse de nada”, “reaccionar siempre tarde”, ser “idiota y estúpido”, “más terco que una mula” e incluso de sufrir el “síndrome de trastorno de Trump” por su negativa a bajar de inmediato los tipos de interés.
La Casa Blanca exige una política monetaria más laxa, llegando incluso a fijar un objetivo claro, al estilo de la Turquía de Erdogan: un 1%. Pero Powell, con los tipos aún por encima del 4%, no solo se mantiene firme en la independencia de la institución, sino que ha señalado públicamente las consecuencias para los precios, el crecimiento y el empleo de las erráticas políticas económicas del presidente. Ante esta resistencia, el Ejecutivo ha pasado de lo esperable a lo impensable para forzar su salida del cargo.
“Lo insulto de todas las maneras posibles para que haga algo”, admitió Trump el 19 de junio, desconcertado por la impasibilidad de Powell. “Lo hago de todas las maneras posibles. Soy desagradable. Soy amable. Nada funciona”, confesó sin reparos ante las cámaras.
La Escalada de la Presión: De los Insultos a las Amenazas Directas
Las últimas semanas, los mensajes coordinados han escalado, apuntando a posibles sucesores y hablando de nombramientos este mismo año, a pesar de que la presidencia de Powell no concluye hasta 2026. Ahora, en un salto sin precedentes, llegan las amenazas apenas veladas, acusando al chairman de una posible responsabilidad en un presunto mal uso de fondos públicos para la renovación de las instalaciones de la Fed.
Russ Vought, Director de la Oficina de Administración y Presupuesto (OMB) y uno de los asesores principales de Trump, además de artífice del famoso Proyecto 2025 (el manual de gobierno pre-electoral para desmantelar la administración y otorgar control total al presidente), ha remitido una carta amenazante a la Fed. En ella, asegura que “el presidente Jerome Powell ha gestionado terriblemente mal la Reserva Federal”.
El escrito reprocha que, “mientras sigue teniendo déficit desde el año fiscal 23 (la primera vez en la historia), la entidad ha superado ampliamente el presupuesto destinado a la renovación de su sede. Ahora asciende a 2.500 millones de dólares, aproximadamente 700 millones más que su costo inicial. Estas renovaciones incluyen terrazas ajardinadas en la azotea, fuentes, ascensores VIP y mármol de primera calidad. ¡El coste es el doble del de renovar un edificio federal histórico común y corriente! ¡El Palacio de Versalles habría costado 3.000 millones en dólares actuales!“, sentencia la misiva.
Trump no solo busca dañar la reputación de Powell, sino dejarle claro que, si no renuncia, la situación podría escalar “mucho más”. La carta de Vought continúa: “Lamentablemente, el reciente testimonio de Powell ante el Congreso ha suscitado serias dudas que ahora requieren mayor supervisión por parte de la OMB, en colaboración con la Comisión Nacional de Planificación de la Capital”. Siguiendo el guion, el presidente ha calificado a Powell de “terrible” y ha insinuado que, de confirmarse las acusaciones sobre el engaño al Congreso respecto a las renovaciones, sería motivo suficiente para una “salida rápida”. “Si es así, debería dimitir de inmediato”, declaró Trump, añadiendo sin disimulo: “Deberíamos nombrar a alguien que baje los tipos de interés”. En una publicación posterior en su red social, acusó al presidente de la Fed de “lloriquear como un bebé durante meses sobre una inflación inexistente y negarse a hacer lo correcto”.

El edificio de la Junta de la Reserva Federal en proceso de renovación (Agencias)
La Red de Poder de Trump y la Futura Independencia de la Fed
La ofensiva es total. Powell ha ignorado la cascada de insultos, las “órdenes” de bajar los tipos y las peticiones de dimisión. Incluso ha explicado en el Senado que “no hay comedor VIP, no hay mármol nuevo. No hay ascensores especiales, solo ascensores antiguos que ya estaban allí, no hay fuentes nuevas, ni colmenas, ni jardines en la azotea”. Sin embargo, ahora pesa la posibilidad de una investigación formal, y Trump y su equipo controlan con mano de hierro todo el sistema.
Cuentan con mayorías en el Congreso, los abogados personales del presidente son ahora los titulares del Departamento de Justicia. Los reguladores financieros han sido descapitalizados y Bill Pulte, director de la Agencia Federal de Financiamiento de la Vivienda, se ha convertido en el ariete preferido de la Casa Blanca para atacar a la Fed y sus líderes.
“Hoy he expresado mi grave preocupación por las acusaciones públicas de otros de que el presidente de la Reserva Federal, Powell, no fue honesto con el Comité Bancario del Senado en su testimonio de fines de junio sobre las características de diseño del Proyecto de Renovación de la Sede de la Reserva Federal”, añadió James Blair, quien ha pasado de ser adjunto a la jefa de gabinete de la Casa Blanca a dirigir la National Capital Planning Commission, la agencia ejecutiva que supervisa precisamente las operaciones de renovación en la capital.
Estos movimientos no solo buscan alterar las decisiones o el calendario de la Fed, sino que lo que realmente pretenden es que Powell abandone por completo la institución. Este matiz es crucial, porque aunque deje de ser presidente en mayo de 2026, Powell técnicamente podría seguir en el sistema de la Reserva Federal, un organismo complejo definido como independiente dentro del Gobierno, pero no completamente ajeno a él. La Fed cuenta con una junta de gobernadores, un Comité Federal de Mercado Abierto y hasta 12 bancos centrales regionales, cada uno con una presidencia de gran peso.
Trump, quien anhela un control total sobre la Fed y sus políticas, y que ha repetido incansablemente que nombrará a alguien sin reparos y con la misión explícita de bajar los tipos de interés inmediatamente y abaratar el crédito, no puede permitirse que Powell permanezca. Cambiar al presidente es un paso fundamental, pero no basta, ya que las decisiones son tomadas por la junta mediante votación. En la última reunión, por ejemplo, la decisión de mantener el precio del dinero fue unánime, aunque dos de los nombrados por Trump, Christopher J. Waller y Michelle W. Bowman, se han mostrado receptivos a la idea de relajar la política monetaria. Por tanto, Trump necesita más peso.
“El problema es que tenemos una Reserva Federal partidista con Jay Powell, no logra convencerse de las bondades de Trumponomics, lo mejor es que la Junta de Gobernadores lo controle. No sé por qué habiendo gente inteligente en esa junta se dejan llevar por Powell”, arremetió Pete Navarro, el gurú arancelario del presidente.
El mandato de Adriana Kugler termina en enero de 2026. El plan es que, para entonces, Powell haya anunciado su jubilación y salida, lo que permitiría realizar dos nombramientos, quizás en octubre o noviembre de este año. Entre todos los nombres que suenan —el exgobernador de la Reserva Federal Kevin Warsh (quien no es del círculo cercano del presidente, pero está casado con la hija del multimillonario Ronald Lauder, compañero de clase de Trump) o el director del Consejo Económico Nacional Kevin Hassett—, el del secretario del Tesoro, Scott Bessent, es el que más resuena. Esto se debe a sus esfuerzos cada vez más descarados por competir y presumir de lealtad y entusiasmo, algo que agrada enormemente al líder en estas circunstancias.
Pero hay un detalle de enorme trascendencia: la posibilidad de que Bessent asuma el cargo de la Fed sin siquiera renunciar al que ahora ocupa. De forma muy llamativa, Bessent no descartó la posibilidad hace unos días, limitándose a decir que “no ocurre desde los años 30 del siglo pasado, más o menos” y que él está “muy feliz en su trabajo”. Sin embargo, no cerró la puerta, algo insólito, ya que no solo existe una regla no escrita en Washington que prohíbe al responsable del Tesoro interferir con las decisiones de la Fed (algo que Bessent ya ha ignorado por completo), sino que la Ley Bancaria de 1935, que buscaba otorgar mayor independencia a la Reserva Federal, puso fin a la práctica oficiosa que convertía al ministro de Economía en miembro de la junta del banco central. Además, la ley actual exige que los miembros “dediquen todo su tiempo a las actividades de la junta”, lo que jurídicamente hace que la jugada sea un disparate.
El simple hecho de que se esté considerando volver a las prácticas de hace 100 años socava cualquier atisbo de independencia. Sea quien sea el próximo chairman, su senda parece ya marcada.
Agencias