Nunca como este 8 de marzo el feminismo va a exhibir hasta qué punto es un antihumanismo
NotMid 08/03/2022
OPINIÓN
ARCADI ESPADA
El feminismo va a utilizar hoy su cumpleaños para exhibir una neutralidad rigurosa entre rusos y ucranianos. Así lo anunciaron días atrás las ministras Montero y Belarra, que van a hacer de este 8 de marzo una protesta genérica contra la guerra, sin distinguir entre el que ataca y el que resiste. El perfil comunistoide de las dos mujeres podría hacer creer que su neutralidad es producto de una opción ideológica convencional. Y, en efecto, es probable que en alguna de sus desérticas regiones cerebrales anide la convicción de que Putin es la izquierda y Zelenski la derecha.
Pero, sin desmentirla, es una causa secundaria. La atroz neutralidad que semejantes epifenómenos manifiestan tiene una causa más vasta. La declinaba el otro día una Eliane Brum en El País de Viva la Pepa: «Se mire como se mire, la guerra de Ucrania la impulsan hombres blancos y sus valores patriarcales, al frente de un mundo configurado por la economía del carbono (…), el edificio de valores construido en torno a símbolos masculinos de potencia. Esta es otra guerra de hombres blancos aferrados al pasado mientras el futuro de las generaciones humanas del planeta -y las nacionalidades poco importan- está condenado un poco más cada día».
El feminismo gubernamental usa, por razones de mercado, el No a la guerra, pero no le representa ese No. El No es demasiado deudor del sí, como la mentira lo es de la verdad. Siempre hay la incómoda posibilidad de combatirlo racionalmente, al modo de un cartel de estos días: «Si Rusia deja de luchar, no habrá guerra. Si Ucrania deja de luchar, no habrá más Ucrania». El lema con el que las epifenómenas deberían desfilar por las calles es del tipo ¿La guerra? Bah. O The war meh para usar el seco y casi siempre feliz laconismo de la lengua inglesa. Algo similar a lo que pensaban los nacionalistas catalanes o vascos en 1936: no es asunto nuestro.
Así se confirma una vez más el desarrollo ineluctable de cualquier política de identidad. Una guerra de hombres blancos. Se aprecia claramente de qué lado carga la frase, para hablar como un hombre. La identidad hombreblanco -cualquier pleonasmo debería escribirse con todas las palabras juntas-, odiada y antagónica, sobresale entre los muertos, los refugiados y las ciudades destruidas. Nunca como este 8 de marzo el feminismo va a exhibir hasta qué punto es un antihumanismo.
ElMundo