A Ucrania todavía no se la ha suministrado las armas que le permitan ganar la guerra, solo resistir a los invasores
NotMid 24/12/2022
OPINIÓN
IÑAKI ELLAKURIA
El viaje de Zelenski a Washington para reunirse con Biden y dirigirse al Congreso anticipa tiempos más oscuros para la ensimismada Europa, cuya opinión pública había descartado prematuramente, en parte por la inesperada resistencia militar ucraniana, que la invasión rusa pudiera derivar en un conflicto mayor. Justo lo contrario de lo que indican los últimos movimientos del Kremlin, con los masivos bombardeos diarios, la nueva campaña de reclutamiento y la acumulación de tropas en Bielorrusia para, probablemente, abrir un nuevo frente.
Esta amenaza de otra ofensiva rusa, que la inteligencia ucraniana sitúa en el mes de febrero, sin descartar un nuevo asalto a Kiev, justifica la visita prenavideña de Zelenski a EEUU, en un intento de convencer a los países occidentales de que, antes de que se intensifiquen los combates, modifiquen la doctrina que ha guiado su calculada ayuda a Ucrania. A la que han armado suficientemente para no ser derrotada y caer en manos rusas, pero sin entregarle nunca los recursos necesarios con los que expulsar del todo a los invasores.
Un hipócrita equilibrio auspiciado por el eje París-Berlín, y aceptado por Washington, que ha sido justificado como un prudente ejercicio de realpolitick para evitar que “la humillación” de Rusia desembocara en una escalada nuclear. Pero en el que ha influido, tanto o incluso más, la voluntad de los gobiernos occidentales de retomar rápidamente y con total normalidad, después de que Kiev y Moscú hubieran llegado a un acuerdo, los viejos negocios y chanchullos que tenían con Putin -otro a quien la FIFA le regaló un Mundial-.
Sin embargo, un año después del inicio de conflicto, la pretensión occidental de conseguir una suerte de empate técnico entre los dos países que le salvara la cara a Putin ha demostrado ser la perfecta aliada de la estrategia de conflicto largo y de desgaste por la que ha optado finalmente Rusia, con la destrucción sistemática de las infraestructuras y núcleos civiles. Occidente debe entender, por tanto, que en su decisión de entregar o no las armas que le reclama Zelenski ya no está en juego solo la victoria de Ucrania en la guerra, sino si impide que Putin la condene a ser un Estado fallido y un espacio permanente de conflictos en el corazón de Europa.