El último informe de la Agencia Nacional de Policía de Japón, cifra en 22.400 los criminales que la integran, marcando un mínimo histórico
NotMid 25/05/2023
ASIA
Quién. Haru es un ex gánster nipón que decidió combatir en la guerra de Ucrania, dejando atrás su pasado en el crimen organizado en el país asiático.
Qué. Los integrantes de la mafia japonesa, conocida como yakuza y que tuvo mucho peso durante la ocupación de Estados Unidos, están reconduciendo sus vidas.
Cuándo. En las últimas décadas, las autoridades japonesas han combatido sus operaciones y encarcelado a sus líderes.
Hay un ex gángster japonés de 50 años, al que llaman Haru, que lleva un año en Ucrania luchando contra los invasores rusos. Está integrado como francotirador en la Legión Georgiana, un grupo de paramilitares extranjeros que pelean al lado del ejército ucraniano. Haru, quien tiene todo el cuerpo cubierto de tatuajes, es hijo de un jefe de la yakuza, el popular término con el que se describe a los sindicatos del crimen organizado en Japón.
Cuando era joven, quiso seguir los pasos de su padre. Puso una bomba en la entrada del edificio de una asociación que fomentaba las relaciones amistosas entre Japón y China. Más allá de los daños materiales, nadie resultó herido. Pero Haru fue detenido y condenado a nueve años de prisión. Cuando la policía registró su casa, encontró manuales para fabricar explosivos y varios panfletos de grupos de extrema derecha.
Haru asegura que dejó la yakuza al salir de prisión y que decidió ir a Ucrania cuando vio la matanza de Bucha. Con su unidad ha combatido en la ciudad de Lisichansk, en el Donbás, antes de que fuera tomada por las tropas rusas. Hace unos días, en una entrevista a la cadena estadounidense ABC, el japonés contaba que estaba entrenando duro, preparándose para la esperada contraofensiva ucraniana.
En Japón, otros ex yakuza salieron del inframundo del crimen y recondujeron sus vidas gracias al sóftbol, un deporte popular en el país asiático muy parecido al béisbol. Hay un equipo formado únicamente por ex miembros de las mafias, donde han llegado a coincidir el ex jefe de una banda con el sicario al que sus enemigos habían contratado para matarlo.
La yakuza se hizo fuerte durante la ocupación estadounidense en el bloqueado Japón de la posguerra, cuando la escasez disparó la demanda de productos del mercado negro. Durante años, con parte de la policía en nómina, dominaron todos los negocios turbios y se dedicaron a la extorsión empresarial.
Sin embargo, en las últimas décadas, las autoridades japonesas combatieron con dureza a las mafias, ahogando sus operaciones y encarcelando a sus líderes. Para sobrevivir, las pandillas fueron a buscar ingresos en el extranjero, sobre todo con la venta de armas y la trata de seres humanos. Dentro de casa, los ajustes de cuentas y asesinatos por encargo siguen ocupando a menudo las páginas de sucesos de los diarios, pero el apagón de la yakuza es evidente.
En 2009 se calculaba que tenía alrededor de 80.000 miembros. El último informe de la Agencia Nacional de Policía de Japón, de finales del año pasado, cifra en 22.400 los criminales que la integran, marcando un mínimo histórico. Además, las investigaciones policiales relacionadas con estos grupos han alcanzado su nivel más bajo, por primera vez por debajo de las 10.000, desde que Japón promulgó la ley contra el crimen organizado en 1991. A estas cifras hay que sumar que la media de edad de los mandamases de los clanes cada vez es mayor y que no hay relevo generacional. Los jefes de las dos bandas más fuertes son octogenarios.
En las calles están perdiendo incluso el monopolio del crimen organizado. Desde la acera rival cada vez les gana más terreno los dragones chinos. Estos son hijos y nietos de ciudadanos japoneses que se mudaron a China al final de la Segunda Guerra Mundial y que, ya de vuelta en Japón, comenzaron a hacer sus trapicheos.
Agencias