Las armadas de la OTAN luchan por contener un nuevo peligro
NotMid 01/10/2025
MUNDO
La seguridad marítima global se enfrenta a una amenaza creciente y escurridiza: la “Flota Sombra”. Se trata de un conjunto de buques con propiedad opaca, a menudo vinculados a regímenes hostiles o actividades ilícitas, que están poniendo en riesgo la infraestructura crítica submarina—los cables de datos y tuberías de gas que sustentan la economía y las comunicaciones mundiales. La lucha para asegurar estas arterias oceánicas ha expuesto una debilidad crítica en la gobernanza marítima internacional.
El Escudo Legal de la Ambigüedad
El principal obstáculo para Occidente no es la falta de tecnología, sino la ambigüedad legal. Cuando un cable es cortado, como ocurrió con el buque Eagle S en el Golfo de Finlandia, es increíblemente difícil probar que el acto fue intencional. Los saboteadores se aprovechan de un sistema global que permite a los buques operar bajo banderas de conveniencia (como las Islas Cook), alternar identidades digitales y registrarse a través de empresas fantasma.
Los países han tenido dificultades para establecer una conexión clara con estados agresores. Casos recientes muestran a buques alternando entre dos banderas y transmitiendo tres identidades digitales diferentes, dificultando la atribución. Esta falta de claridad permite que el crimen y el espionaje operen en una “zona gris” que pone constantemente a prueba la capacidad legal de Occidente.
La Respuesta de la OTAN: Del Sonar al Acoso Legal
Ante esta amenaza sistémica, la OTAN y sus aliados están intensificando sus esfuerzos con estrategias tanto tecnológicas como legales:
- Misión de Seguridad: La OTAN lanzó este año la misión Baltic Sentry para patrullar y proteger activamente el Mar Báltico. Los buques de guerra ya no solo navegan; ahora despliegan drones submarinos, sonares avanzados y buzos para monitorizar cables y tuberías en tiempo real. La ausencia de daños a la infraestructura desde el inicio de la misión sugiere que esta presencia y monitorización activa están funcionando como un fuerte disuasivo.
- Presión Regulatoria: Los países occidentales están presionando a los grandes registros de banderas (como Panamá) para que dejen de acoger a buques viejos o sospechosos, promoviendo una conducta más responsable. Se ha sugerido incluso que el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), el organismo global contra el crimen financiero, inspeccione estos registros para forzar la transparencia.
- El “Acoso Legal”: Marinas como la de Estonia y Gran Bretaña han adoptado una táctica denominada “acoso legal”. Esto implica interpelar por radio a buques sospechosos en alta mar para exigirles que revisen y confirmen su documentación, seguros y cumplimiento de las normas internacionales de seguridad. Gran Bretaña, por ejemplo, interpela a más de 40 buques al mes. Esta estrategia desgasta a la Flota Sombra, forzando a sus operadores a cumplir o a arriesgarse a una detención legal.
El “Paso Inocente” como Limitación
A pesar de estas tácticas, las armadas occidentales operan con una limitación crítica: el principio internacional de “paso inocente”. Este principio restringe severamente su poder para detener o abordar buques de la Flota Sombra en aguas internacionales si no están representando una amenaza directa.
Mientras que Estonia ha aprobado leyes que autorizan a su armada a atacar buques civiles si dañan su infraestructura crítica en sus aguas territoriales, las potencias occidentales son cautelosas a la hora de relajar las normas internacionales. Esto subraya el dilema: cómo defender la infraestructura crítica sin violar la libertad de navegación.
El Genio no Volverá a la Botella
La Flota Sombra surgió con fuerza tras la guerra en Ucrania, pero no es una amenaza temporal. Ha expuesto la laguna en la gobernanza marítima, convirtiéndose en una plataforma flotante para obtener ganancias ilícitas y para que regímenes hostiles lleven a cabo tácticas de espionaje e intimidación.
Tal como lo resume un experto, “No creo que el genio vuelva a la botella”. Occidente apenas está comenzando a lidiar con una batalla prolongada. La seguridad de la infraestructura submarina ya no es solo una cuestión de tecnología militar, sino una lucha legal y diplomática que definirá la seguridad global en las próximas décadas.