La niña venezolana es separada de sus padres por la política migratoria de EEUU
NotMid 04/05/2025
IberoAmérica
Se llama Maikelys Antonella Espinoza Bernal, tiene dos años y el chavismo quiere convertirla en su versión retorcida de Elián, el famoso niño balsero que tantos beneficios políticos otorgó en su día a Fidel Castro. La chiquilla venezolana, nacida en Perú, se ha convertido en la bandera que Nicolás Maduro agita tras rechazar el canje de deportados en El Salvador por presos políticos en Venezuela, ofertado por el presidente Nayib Bukele.
“¡Más temprano que tarde vamos a rescatar sana y salva a nuestra niña Maikelys Espinoza (en la familia la llaman Antonella) y a nuestros 253 secuestrados en El Salvador!”, bramó Maduro el Primero de Mayo.
A su lado, Yorelys Bernal, la madre de Maikelys, que vestía una camiseta blanca con la fotografía de su hija y la leyenda “USA libera a Maikelys”. La tragedia que vive Yorelys comenzó en mayo de 2024, cuando las autoridades estadounidenses separaron a la niña de sus padres, que acababan de atravesar la frontera entre México y EEUU tras un largo viaje desde Perú, donde ellos vivían.
El padre, Mayker Espinoza, forma parte del contingente de 253 venezolanos deportados a El Salvador hace semanas, con la acusación de pertenecer al Tren de Aragua, la banda transnacional que mantiene vínculos con el chavismo. En este momento permanece encarcelado en el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), la famosa megacárcel de Bukele.
La madre, Yorelys, llegó a Venezuela hace días en uno de los vuelos de deportados desde Texas. Pero Maikelys, que fue separada de sus padres hace un año, se ha quedado en EEUU, donde las autoridades han iniciado un proceso para que sea adoptada por una familia local. La primera parte de la odisea comenzó en tiempos de Joe Biden y desde el 20 de enero de este año tomó el relevo la segunda administración de Donald Trump.
Según ha hecho público esta semana el Departamento de Seguridad Nacional, los motivos que han llevado a tomar estas medidas son la pertenencia de Mayker, en grado de teniente, al Tren de Aragua, por lo que habría participado en homicidios, secuestros y otros delitos. Contra la madre también recae la acusación de reclutar a mujeres jóvenes para la prostitución. La Administración Trump no ha presentado pruebas concluyentes al respecto.
Las autoridades recluyeron el año pasado en distintos centros a los dos jóvenes para ser deportados, mientras la niña pasaba a un centro infantil de acogida. Los familiares aseguran que se debió a sus tatuajes, pero medios periodísticos en EEUU aseguran que ya existía una investigación abierta en Perú contra Mayker, quien regentaba una peluquería en Lima.
Según The New York Times, la pareja, que se conoció en Perú, no tiene antecedentes penales, salvo una denuncia contra Espinoza por violencia doméstica, posteriormente retirada. En cambio, un medio venezolano ha localizado a una supuesta víctima de secuestro del grupo de Mayker.
Muchas dudas y pocas certezas, las mismas que acompañan las extradiciones exprés forzadas por Washington para alimentar la cruzada antimigrantes de Trump. Denuncias familiares e investigaciones periodísticas han echado por tierra buena parte de las acusaciones contra los 253 deportados venezolanos, contra quienes no existen pruebas concluyentes más allá de los tatuajes, una moda masiva en los barrios populares de Caracas.
“Ellos solamente están sacando eso para separarme de mi hija y para tapar el secuestro, para que piensen que soy una mala madre. Pero es falso, que muestren las pruebas entonces”, se defendió Yorelys Bernal en Caracas.
Pese a tratarse de casos muy diferentes, la historia de Maikelys Antonella guarda paralelismos y ciertas similitudes con el famoso niño balsero cubano. En 1999, la balsa en la que viajaban Elián González, de seis años, y su madre naufragó en su viaje desde Cuba a Miami. Al niño le encontraron flotando milagrosamente días después dos pescadores, que lo entregaron al guardacostas estadounidense. La custodia recayó en su tío abuelo, Lázaro, exiliado en Miami. Comenzaba así un conflicto judicial y político, en el que la familia de acogida pretendió la custodia del niño pese a los reclamos de su padre desde la isla. Para el exilio cubano se convirtió en todo un símbolo.
Fidel Castro, en sus peores horas políticas al final del Periodo Especial, convirtió a Elián en su principal estandarte en su lucha contra el “imperio” y convirtió el Malecón habanero en su manifestódromo nacional durante meses.
Finalmente, la fiscal Janet Reno ordenó que el niño fuera sacado por la fuerza de su casa de acogida. Castro celebró la victoria por todo lo alto y Elián se convirtió en un habitual en sus discursos. Hoy en día milita en el Partido Comunista de Cuba y es diputado de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Agencias