NotMid 15/12/2025
OPINIÓN
En un par de minutos, Chile confirmó al mundo que hay aspectos de su democracia que son dignos de envidia. No habían pasado ni dos horas del cierre de los colegios electorales cuando las pantallas de todo el país mostraron el gesto de madurez política que marcaría la jornada: un diálogo telefónico entre José Antonio Kast, presidente electo, y Gabriel Boric, presidente en ejercicio.
La conversación adquirió un interés especial tras la arrolladora victoria del derechista, que alcanzó el 58,1% de los votos, frente al 41,8% de la candidata del oficialismo, la comunista Jeannette Jara.
Desde el Palacio de La Moneda, la sede del gobierno, Gabriel Boric fue directo: “Va a contar con todas las facilidades, con todo lo que se requiera y lo dejo invitado para el día de mañana a La Moneda para conversar con todo detalle.”
Kast respondió con un tono conciliador: “Le agradezco mucho, presidente, que esta sea una transición bien ordenada, respetuosa. Después del 11 de marzo [fecha del cambio de mando] me interesaría mucho contar con sus opiniones, con su mirada de lo que es el país.” Boric, por su parte, le prometió compartir detalles de lo que implica “la soledad del poder.”
El Grito de “Orden y Justicia”
Ante miles de seguidores eufóricos, Kast pronunció un discurso que prometió “un cambio real” e insistió en las prioridades que lo llevaron a la victoria. “El orden no es un capricho, es justicia,” sentenció el presidente electo, quien pidió a Dios “templanza y fortaleza para estar a la altura” y se comprometió a “restablecer el respeto a la ley” en el país.
Mientras el sol aún brillaba en Santiago y la melodía de ‘Libre’, de Nino Bravo, resonaba con fuerza, la derecha celebraba un logro que no solo es un hito en la política nacional, sino que marca la continuidad del giro conservador en Sudamérica. La quinta economía de América Latina se suma a gobiernos políticamente afines como los de Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Perú, dejando solo a Brasil, Colombia y Uruguay en manos de la izquierda.
“Un paso más de nuestra región en defensa de la vida, la libertad y la propiedad privada,” fue el mensaje de felicitación del presidente argentino, Javier Milei.
El Péndulo Político en su Extremo
El reconocimiento de la derrota fue igualmente rápido. “La democracia habló fuerte y claro. Me acabo de comunicar con el presidente electo, José Antonio Kast, para desearle éxito por el bien de Chile,” anunció Jeannette Jara apenas 90 minutos después del cierre.
Tras intentarlo en 2017 y ser derrotado por Boric en 2021, Kast se convierte en el presidente más a la derecha desde el regreso de la democracia en 1990.
Su abrumadora victoria, donde triunfó en todas las regiones del país, confirma que el péndulo político chileno ha oscilado hasta el extremo opuesto. Es el reverso del estallido social del 18 de octubre de 2019, cuando Chile inició un viaje turbulento que lo acercó a la idea de la revolución. Seis años y dos meses después, el triunfo de la derecha representa a un Chile muy diferente, uno que pide “mano dura” para contener la delincuencia y restablecer la autoridad.
El Laboratorio de la Política Chilena
Si en 2021 el triunfo de Boric instaló en La Moneda el gobierno más a la izquierda desde Salvador Allende en los 70, el de Kast implica el más derechista en la era post-dictadura. Este resultado es la culminación de seis años en los que Chile funcionó como un laboratorio de ciencia política.
En este período, el país rechazó de forma contundente dos propuestas constitucionales: una escorada a la izquierda y otra volcada a la derecha. “No hay país en el mundo donde haya ocurrido eso,” explicó a EL MUNDO Sebastián Soto, profesor de Derecho Constitucional, añadiendo que “los chilenos se están acostumbrando a rechazar todo y no a adherir a algo.”
Tras años siendo etiquetado como el candidato de la derecha “ultra,” Kast ha moderado su imagen. Esto acelera la reconfiguración de la política chilena, rompiendo con tres décadas de alternancia entre un centro derecha tradicional y una socialdemocracia moderada. Las posiciones ideológicas actuales son, sin duda, mucho más marcadas.
Un ejemplo de este sismo fue la expulsión que tramita la Democracia Cristiana (DC) contra el expresidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000), luego de que este recibiera a Kast en su casa. El histórico acuerdo de la “Concertación,” que unió a socialistas y democristianos, ya es parte del pasado.
Incluso la socialista Michelle Bachelet, que aspira a ser elegida secretaria general de la ONU el próximo año, ya fue invitada a reunirse con el nuevo mandatario. A pesar de la falta de simpatía, ambos hablaron la misma noche de la elección, minutos antes de que la candidata derrotada, Jeannette Jara, visitara personalmente a Kast para felicitarlo. La forma es el fondo, y el mensaje de Chile es que, pese a los extremos ideológicos, la institucionalidad se respeta.
