Lo que les hacía, a juicio del partido, candidatos perfectos a estos cargos es justo lo que les llevó a descender a las cloacas
NotMid 30/05/2025
OPINIÓN
RAFA LATORRE
Han provocado una gran sorpresa las rudas maneras de Leire Díez. Tanto que se han convertido en un argumento exculpatorio del PSOE. ¿Cómo iban a encargarle una operación tan delicada a un ser tan zafio? Como si para chapotear en las cloacas, extorsionar, amenazar y mercadear con basura fuera necesario un refinamiento intelectual. Es más, como si las organizaciones le solieran encargar esas tareas al más exquisito, cuando el indicado es justo aquel capaz de comerse algo que haría vomitar a una cabra. Koldo y Leire, en fin, ¿quién iba a encargarse de estas cosas? ¿Félix Bolaños?
Lo que invita a una reflexión no es que Leire fuera la encargada de chapotear en la cloaca, que es su hábitat, sino que alguien con sus modales, su formación y su inteligencia fuera nombrada directora de Relaciones Institucionales de una empresa como Correos. Esa es la medida de la degradación del Estado. Y, antes, del partido. Como diría la propia Leire: «¡A ver, abreviando, esa es la génesis!».
Koldo fue asesor de Renfe, Leire llegó a directiva de dos empresas públicas y ocupó dos de los cargos más codiciados del catálogo de puestos de confianza del Estado. La zafiedad no fue un lastre en sus carreras laborales, patrocinadas por el PSOE, más bien fue el principal activo de sus currículos.
Lo que les hacía, a juicio del partido, candidatos perfectos a estos cargos es justo lo que les llevó a descender a las cloacas para chapotear con las heces de la extorsión, la difamación y el chantaje sexual. Si fuera necesario, ambos se tirarían bajo las ruedas de un camión para salvar a Pedro Sánchez.
Fíjense que ambos llevan el adjetivo militante cosido a su nombre. Antes que la fontanera, Leire Díez fue la militante y de Koldo García llegó a decir Pedro Sánchez que era el militante ejemplar. El modelo. Esa es la condición que los define: la del militante.
Son ese tipo de gente intelectualmente roma, de trato rudo y modales groseros, que siempre parece estar a punto de echar un eructo; pero de lealtad perruna, ortodoxia inquebrantable y macizo sectarismo. Este material humano fue el encargado de castigar a los discrepantes -escuchen a Javier Lambán-, de desplazar a los Javier Rodríguez o Ignacio Urquizu, de amedrentar a los Fernández Vara, para ir vaciando ideológicamente el partido y moldearlo a la imagen de Pedro Sánchez.
Zafios pero determinados, no como todos esos remilgados con lecturas. El PSOE de Sánchez es el partido de los militantes, de esos militantes. Pocos, crueles y capaces de arrojarse a la vías por el secretario general.