La ofensiva israelí contra Irán puede incendiar toda la región con EEUU dentro; el ataque puede animar a Teherán a hacerse con el arma nuclear, según la OIEA
NotMid 15/06/2025
OPINIÓN
FELIPE SAHAGÚN
Estamos sólo en el tercer día de ataques entre Israel e Irán y hay más sombras que luces en la información, pero Thomas Friedman, del New York Times, ya los define como la sexta sacudida con más impacto en Oriente Próximo desde la Segunda Guerra Mundial tras las guerras de 1956, 1967, 1973, 1982 (Líbano) y 2023 (Gaza)
“Demasiado pronto para adelantar las posibles múltiples consecuencias”, advierte, pero “entre ellas incluyo la posibilidad remota de una cadena de dominós que termine con la sustitución del régimen iraní por uno más decente, secular y consensuado, y el riesgo de que se incendie toda la región con EEUU dentro”.
Ambos escenarios están presentes en los análisis y reacciones de las principales cancillerías, y entre ambos extremos todavía queda la posibilidad de una solución negociada, pero, escribe Friedman, “por poco tiempo”. No está claro quién está manipulando más a quién: Netanyahu a Trump o al revés. Sin bola de cristal que ilumine el futuro, los principales especialistas en Oriente Próximo coinciden bastante en las variables de las que depende ese futuro y en los peligros que representa cada una de esas variables.
Tras más de 15 años amenazando a Irán si seguía adelante con su programa nuclear, Benjamin Netanyahu ha cumplido su amenaza, pero con objetivos -eliminar la capacidad nuclear iraní y facilitar un cambio de régimen- tan maximalistas o más que los proclamados en la invasión de Gaza hace casi tres años.
Lo que suceda a partir de ahora depende de la dimensión y eficacia de la respuesta iraní y de la posición de EEUU, pero pocos creen que Israel pueda impedir la nuclearización de Irán sin una implicación mucho más activa de Washington o que se pueda derrocar a los sucesores de Jomeini a golpe de misiles y drones.
En marzo, Tutsi Gabbard, directora nacional de inteligencia de EEUU, negaba en el Congreso que Irán hubiese reactivado su programa de nuclearización militar, interrumpido en 2003, y que el líder supremo iraní, Alí Jamenei, hubiese autorizado esa nuclearización. Es una descalificación en toda regla del mensaje de Netanyahu justificando su agresión.

“Si matando a los mandos militares iraníes y a un puñado de científicos, Israel cree que acabará con la amenaza, se equivoca”, afirma Barbara Slavin, del Centro Stimson y directora de Middle East Perspectives, en la BBC.
Lo previsible es que la respuesta iraní sea más fuerte que las dos del año pasado, pero la clave está en si impulsa o frena el enriquecimiento nuclear de Irán, que, según la OIEA, se ha acelerado en los últimos meses.
Al presentar su informe de mayo sobre Irán, el director general de la OIEA, Rafael Grossi, advirtió que un ataque israelí podría reforzar la voluntad de Teherán de hacerse con el arma nuclear y / o retirarse del Tratado de No Proliferación Nuclear, al que pertenece desde 1968.
Corea del Norte, que nunca entró en el TNP, y se nuclearizó a pesar de todas las presiones y amenazas internacionales, será, probablemente, el modelo a seguir a partir de ahora por los ayatolás.
Si en sus ataques Israel ha encontrado y destruido el uranio ya enriquecido al 60%, retrasaría la amenaza pero, como dice en el Economist Ian Stewart, del James Martin Center for Nonproliferation Studies, “ocultando pequeñas cantidades, Irán puede culminar el proceso de enriquecimiento con un número reducido de centrifugadores y decir luego que ese combustible se perdió en los ataques”.
Tras repasar los pros y contras de las posibles respuestas de Irán, Kenneth Pollack, uno de los principales expertos en Oriente Próximo de EEUU, escribía el viernes en Foreign Affairs que la respuesta más grave que puede tomar, no en las próximas horas sino a largo plazo, sería “retirarse del TNP, base legal del Pacto de 2015, anunciar que fabricará armas nucleares como única disuasión posible de ataques no provocados y desafiar a Israel, EEUU y otros países a impedirlo”. Sería el escenario norcoreano. “Si tiene éxito, Israel estará haciendo un tercer gran favor al mundo frenando la proliferación nuclear”, señalaba en su editorial del viernes el Wall Street Journal. “Los dos primeros fueron el ataque a Irak en 1981 y a Siria en 2007”.
Pollack califica de “pura mitología” esa opinión, dejando claro que el bombardeo de Osirak (Irak) en 1981, lejos de frenar, aceleró el programa nuclear de Sadam Husein y que no se acabó con él hasta las guerras de 1991 y 2003 y, sobre todo, por la estricta vigilancia de los inspectores de la OIEA en la primera mitad de los 90.
Michael Singh, del Washington Institute for Near East Policy, ve en el llamamiento de Netanyahu a los iraníes a rebelarse contra sus gobernantes un efecto engañoso del colapso del régimen sirio de Bashar Asad y del cambio de Gobierno en Líbano tras decapitar a Hizbulá y a Hamas en 2024, por darse en Irán unas condiciones muy distintas.
Ali Vaez, director del Proyecto Irán en el International Crisis Group, comparte su opinión: “[Los ataques desde el viernes] han sido un duro revés para el régimen iraní, pero no creo que provoquen la parálisis o implosión que busca Israel”.
Los drones y misiles lanzados hasta ayer por Irán -menos incluso que en octubre del año pasado- no aclaran nada sobre el futuro. Apenas han causado daños, pero Irán sigue disponiendo de uno de los arsenales militares más importantes de la región.
Arabia Saudí y otros vecinos de Irán temen posibles acciones híbridas contra sus instalaciones de gas y petróleo o contra sus plantas potabilizadoras. El Pentágono, como en el pasado, ha reforzado su presencia aeronaval en la zona y ha puesto en alerta sus, al menos, 19 bases militares en Oriente Próximo, con unos 40.000-50.000 efectivos.
El efecto inmediato más desestabilizador para la economía global sería que Irán trate de bloquear el tránsito de buques por el estrecho de Ormuz hundiendo tanqueros en sus aguas y / o sembrándolas de minas, como ya hizo en el pasado.
Los ataques israelíes de las primeras horas se han dirigido, sobre todo, a la central de centrifugación más conocida -Natanz-, pero Netanyahu ha anunciado una campaña sin límite de tiempo contra todos los demás: Bushehr, Isfahan, Arak, Fordow y las “actividades nucleares no declaradas” denunciadas en mayo por la OIEA en tres bases hasta entonces fuera del radar (Lavisan-Shian, Turquzabad y Varamin)