“¿En qué momento perdió la marca catalana de la socialdemocracia la capacidad de compartir hasta la pena más natural, hasta la indignación más justa, hasta la condena más pertinente?”
NotMid 14/02/2024
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
Cuando una mujer muere asesinada a manos de su pareja se convoca un minuto de silencio a la puerta del ayuntamiento. Hace tiempo que todas las formaciones políticas participan de este ritual de repulsa, que lo es también de apoyo a las víctimas. Todos salvo Vox, que a veces opta por la ridícula transaccional de guardar el minuto de silencio pero colocándose a una distancia prudencial del resto de partidos: un absurdo sí pero no que los expone a acusaciones de mezquindad, y con razón.
Pues bien, el PSC de Salvador Illa ni siquiera es capaz de guardar un minuto de silencio por los dos guardias civiles asesinados en Barbate. ¿Acaso para nuestro socialismo es peor un machista que un narco? ¿O merecen menos piedad dos agentes asesinados en acto de servicio que una mujer estrangulada por su exnovio? ¿Hasta qué punto está jodida la brújula moral del partido que gobierna España y que aún pretende ganar las elecciones catalanas si lo pacta todo -hasta su umbral de xenofobia- con los separatistas pero luego se niega a expresar solidaridad si es al lado de Cs, PP y Vox? ¿En qué momento perdió la marca catalana de la socialdemocracia la capacidad de compartir hasta la pena más natural, hasta la indignación más justa, hasta la condena más pertinente? ¿Será lo siguiente acompañar en el sentimiento a los CDR que apedreaban policías cuando la amnistía no los cubra y sean juzgados por terrorismo?
Del separatismo no esperábamos nada. Para ERC, Junts y la CUP, la Guardia Civil simboliza la dominación franquista que reprimió su derecho a decidir el 1-O y que debe ser expulsada de Cataluña, a ser posible junto con el resto de españoles (y ahora también de árabes) que contaminan la pureza de la cultura catalana. No vamos a descubrir ahora la orla de racismo que agrupa a los promotores del procés. Pero que el partido que aspiró a representar al proletariado catalán, hijo de la emigración que enriqueció a la burguesía nacionalista durante décadas -¿cuántos andaluces, barbateños incluso, se habrán deslomado en los campos y talleres de Cataluña?-, sea incapaz de honrar el origen social de su propio voto retrata a Illa como un lacayo de la hispanofobia. Qué tiempos aquellos en que los indepes le pintaban la casa: aquella era la prueba de su coraje. Ahora brindan juntos por la impunidad.
Un tuit ha puesto Sánchez desde que mataron a David y a Miguel Ángel. Es todo lo que ha hecho. Un tuit como el que puso para bendecir la adulación de una cómica lisonjera. El mismo rasero presidencial para una cosa y para la otra: el puto tuit. Mira que esta vez le habríamos disculpado todos el uso del Falcon para desplazarse a Barbate, eh. Al volcán sí iba mucho, porque sabía que la lava no había forma de imputársela. Pero quién quiere ir a un velorio lorquiano, entre viudas desgarradas que pueden afearte la indefensión de sus esposos ante la superioridad del enemigo, cuando te esperan en la alfombra roja para acariciarte el icono.
Ya sabemos que Pedro no puede pisar la calle. Ya sabemos que este Gobierno se ha ganado a pulso el desafecto de policías, guardias civiles, jueces, fiscales, agricultores, empresarios o autónomos. Su afición se concentra sobre todo en la industria del cine y en el periodismo de cámara. Pero un presidente con alguna dignidad encaja los reproches y conforta a las víctimas, no manda a Marlaska a cubrir el expediente, presumir de inversión policial con los dos cadáveres todavía tibios y aferrarse a la silla como si no hubiera un mañana. Aunque igual es eso. Igual es que no hay un mañana para ellos después de todo esto.