NotMid 06/11/2025
OPINIÓN
GINA MONTANER
Hace unos días el presidente Donald Trump celebró en su mansión de Mar-a-Lago, en Florida, una fiesta de Halloween en la que sus invitados iban disfrazados al modo de El Gran Gatsby, la novela sobre los decadentes años 20 en América que escribió F. Scott Fitzgerald. La fiesta ensalzaba la opulencia en víspera de una serie de elecciones en el país que ponían a prueba los primeros nueve meses de la segunda era trumpista.
Lo que ha ocurrido este martes es un pastoso despertar a la resaca de quienes bebieron demasiado champán esa noche, indiferentes a las preocupaciones económicas de los ciudadanos que no llegan a fin de mes, muchos de los cuales dependen de ayudas para adquirir alimentos que la Administración Trump acaba de recortar. Y si hay una ciudad en el país que ilustra la crisis económica y social que no ha hecho más que acentuarse desde el segundo triunfo de Trump, es Nueva York, en la que una de cada cuatro personas vive en la pobreza y con grandes dificultades para tener acceso a una vivienda asequible.
Eso fue desde el principio en lo que Zohran Mamdani, recién electo como el primer acalde musulmán de la ciudad más poblada del país, se centró a la hora de armar una campaña electoral por la que hace unos meses casi nadie apostaba un centavo. El asambleísta estatal como representante de Astoria en el distrito de Queens se perfilaba como un candidato perdedor en las primarias demócratas contra el ex gobernador Andrew Cuomo, quien, a pesar de no pocos escándalos, contaba con el apoyo del establishment del Partido. Cuomo, y buena parte de la más alta jerarquía demócrata, creyó suficiente atacar a su rival tachándolo de “radical”, pues Mamdani se identifica con el ala socialista demócrata que abanderan Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez. Una corriente que resuena entre los votantes más jóvenes.
Aprovechándose de las grietas de un Partido Demócrata que hasta ahora no parecía levantar cabeza después de la debacle de Joe Biden y el fallido relevo de Kamala Harris, Trump se alineó a los ataques, asegurando que Mamdani es un “comunista” y que era preferible apoyar a un “mal demócrata” como Cuomo, quien, como candidato independiente, decidió morder su anzuelo. Una mala jugada en tiempos en los que el lema de “Hagamos a América grande otra vez” ha sido sustituido por el de “Hagamos a América asequible otra vez”. Mamdani en Nueva York y las dos candidatas demócratas a la gobernación en Nueva Jersey y Virginia -ambas vencedoras por amplio margen contra sus contrincantes republicanos- con acierto les tomaron el pulso a unos electores que en los comicios presidenciales de 2024 votaron por Trump, frustrados por una economía que percibían como maltrecha. Al vencer, el magnate neoyorquino se jactó de que en su primer día de Gobierno el precio de los huevos bajaría. Casi un año después, este alimento básico sigue siendo prohibitivo y la vivienda también.
A lo largo de una campaña electoral que se estudiará con el mismo interés que en su día suscitó la de Barack Obama en 2008, el candidato progresista y su equipo fueron de puerta en puerta en distritos de la ciudad donde minorías como los latinos y negros votaron por Trump, confiados en que su “América primero” resolvería necesidades apremiantes como los alquileres de viviendas, un empleo estable y una calidad de vida decorosa para sus familias. Pero el trumpismo, más que importarle a la clase trabajadora, se ha valido de ella para consolidar un gobierno autoritario y fundamentado en el clientelismo político. Este martes, muchos de los que creyeron en su populismo nacionalista de derechas han decidido probar suerte con el populismo socialista de Mamdani, defensor del Estado de bienestar. Y también se ha votado a favor de políticas más centristas que promulgan las gobernadoras demócratas que se han impuesto en Nueva Jersey en Virginia. El común denominador es la decepción con las fórmulas que vendió el republicano en 2024.
Ahora Zohran Mamdani se apresta a hacer frente a su más formidable enemigo, que es la aplastante maquinaria trumpista, lista para mandar a la Guardia Nacional y arrebatarles fondos federales a los neoyorquinos. Desde muy pronto en su audaz campaña, este político de 34 años comprendió que el flanco débil del presidente es la fortaleza de quienes no se arredran ante sus amenazas. Es una lección a tener en cuenta en las elecciones de medio término y en las presidenciales en 2028. No es la primera vez que Nueva York (o NUEVAYoL para el combativo Bad Bunny) es epicentro de cambios que irradian en toda la nación. Tampoco será la última.
