Los mensaje con Ábalos nos presentan a un presidente que desconfía de casi todos y que odia mucho y a muchos
NotMid 14/05/2025
OPINIÓN
IÑAKI ELLAKURÍA
Uno de los cambios más sustanciales en el debate público es el dominio del lenguaje y la (a)moral de los foros de internet y de las redes sociales. La institucionalización de la subcultura del zasca y el troleo, de la burla y el desprecio al diferente y teóricamente más débil, a partir de un vocabulario vulgarizado hasta la jerga, agresivo, tardo-adolescente y panfletario, que a principios de siglo empezó a «cultivarse» en el underground digital, en sitios web como 4chan, donde merodean todo tipo de perfiles fronterizos. Y que, en apenas dos décadas, ha logrado convertirse en la manera de pensar y expresarse hegemónica del debate político -repasar las intervenciones en el Congreso español o escuchar a Trump– y del periodístico/cultural. Un talante que queda crudamente plasmado en los mensajes entre Sánchez y Ábalos.
La información aportada por este diario, que está recibiendo del Gobierno y de los medios serviles que temen perder la paguita del BOE el mismo tipo de amenaza que Trump dedica a la prensa crítica en EEUU, facilita algunas conclusiones incómodas para Sánchez. Como su intervención en el rescate de Air Europa, apenas cinco días después de que el dueño de la aerolínea llamara a Begoña Gómez para salvar la compañía, según el relato de Aldama. O como la plasmación, a través de sus confidencias telefónicas, de la relación íntima que existía entre el presidente y su mano derecha. «Uña y carne», en definición de Page. Un desmentido al intento del Gobierno de levantar un cortafuegos judicial presentando a Ábalos -entonces ministro y secretario de Organización del PSOE- como una suerte de Torrente valenciano que actuaba por su cuenta, riesgo y sobrinas. Un arquetipo de canalla españolazo para hacer olvidar que, junto a Cerdán -el gran ausente, por ahora- y Koldo, estuvo desde el primer momento en el núcleo de la banda de Sánchez.
No obstante, también es de gran valor periodístico el perfil psicológico que ya se puede trazar de Sánchez a partir de los whatsapps, con el desdén con el que trata a ministros, aliados y presidentes autonómicos del PSOE: «Pájara», «petardo», «cuñado», «maltratador», «hipócrita», «impresentable»… Unas expresiones y un comportamiento propios de un troll de Twitter, o del capataz déspota de un vivero de bots chulapos, que alejan la imagen de Sánchez del Golem construido por la esforzada propaganda gubernamental: una suerte de Capitán Woke, un hombre sensible, respetuoso, inclusivo, renovable, concienciado, tolerante, sincero, eco…
En cambio, este striptease involuntario de Sánchez, a través de sus mensajes telefónicos, certifica que España ha entrado de lleno en la posmodernidad digital, donde el discurso tribal, el cinismo emocional y la lógica del troll se imponen a las viejas formas liberales. Y revela que tiene un presidente que odia mucho y a muchos, que desconfía de casi todo y está muy solo, que insulta en privado como un usuario de ‘Forocoches,’ mientras predica empatía en público, y que no tiene reparos en sentar en el Gobierno a un «maltratador» y a una «pájara», porque, en el fondo, los considera a ellos y al resto peones insignificantes en la obra del «puto amo».